La población mundial

Los caprichos de la demografía

Los cambios conscientes en los hábitos y las expectativas individuales están provocando un crecimiento cada vez menor de la natalidad

ilustracion opinión de Cristina Manazano 'Los caprichos de la demografía'

ilustracion opinión de Cristina Manazano 'Los caprichos de la demografía' / ALEX R. FISCHER

Cristina Manzano

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La noticia pasó casi desapercibida, aunque tendrá una gran trascendencia para todos en los próximos años: China registró en el 2019 la tasa de natalidad más baja desde que se fundara la República Popular.

Poco ha importado que hace casi cinco años se diera por terminada la política del hijo único. Con un coste de la vida cada vez más elevado y pocas ayudas para la conciliación, las parejas chinas han decidido que no quieren tener más hijos. Las consecuencias ya se vislumbran: una población cada vez más reducida tendrá que mantener las pensiones de una gran masa envejecida. El milagro del gigante asiático se verá ensombrecido por la perspectiva de ser el primer país cuya población sea mayoritariamente vieja sin haber alcanzado el pleno desarrollo.

Pero no es el único preocupado por la demografía. En el discurso en el que anunció todo un cambio constitucional (para perpetuarse en el poder), Vladímir Putin comenzó hablando de demografía. En su agenda para Europa, la nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, la incluye como elemento fundamental de su programa junto con el cambio climático y la tecnología. Para unos el desafío viene por defecto –cada vez nacen menos niños-; para otros, por exceso.

'Demografía' es la palabra de moda en el análisis global. Afecta a las políticas internas en sus múltiples variables –pensiones, costes y organización de cuidados, seguridad social, cambios en las formas de vida, educación- y a la geopolítica, con el foco puesto en las migraciones y en unos recursos cada vez más limitados con un impacto ambiental cada vez mayor; pero no solo. Una parte importante del creciente poder de China procede de sus 1.400 millones de habitantes. ¿Podrá seguir compitiendo por la hegemonía global con una población menguante?

Dos libros publicados en el 2019 bucean en la historia de la población mundial para tratar de proyectar qué nos depara el futuro. En el horizonte, los cerca de 11.000 millones de seres humanos que, supuestamente, poblarán el planeta en el año 2100 (ahora somos unos 7.700 millones). Después de esa fecha, esa cantidad comenzará a disminuir.

El papel de la población en la historia

En 'The Human Tide' (La marea humana), el demógrafo Paul Morland repasa el papel de la población en el devenir de la historia. Un papel imprevisible que ha dependido tradicionalmente de los avances médicos y de las decisiones individuales –la emancipación de la mujer, sobre todo-, más que de las políticas públicas –como refleja el fracaso de la reversión de la del hijo único en China-.

Como ocurre con la tecnología, la velocidad es uno de los uno de los factores determinantes de la demografía hoy. Si durante siglos el crecimiento de la población mundial fue muy lento, se aceleró a partir del siglo XIX hasta alcanzar un pico en la década de los 60 del siglo XX, cuando llegó a duplicarse cada 30 años; para después comenzar a retraerse poco a poco.

Morland ve el futuro de de la población global en colores: más gris, por el envejecimiento generalizado, con la excepción de África; más verde, por las oportunidades para la sostenibilidad que ofrece un mundo menos poblado; y menos blanco, por el decreciente peso de la población procedente de Europa en el conjunto.

Otra obra reciente, 'Empty Planet: the Shock of Global Population Decline' (Planeta vacío; el 'shock' del declive de la población global), de Darrel Bricker y John Ibbitson, se centra precisamente en ese supuesto declive demográfico que viene. Por una parte, explora las causas, siempre inevitables, que a través de la historia han frenado el crecimiento de la población -enfermedades, guerras, desastres naturales…- hasta llegar a la época actual en la que son los cambios conscientes en los hábitos y las expectativas individuales los que están provocando un crecimiento cada vez menor.

Las ventajas del decrecimiento

Y, por otra, identifica (de un modo un tanto utópico) las ventajas de una población más reducida: mejores salarios y trabajos, menos estrés medioambiental y de recursos, el fin de las hambrunas. Sin olvidar los desafíos que plantea una sociedad envejecida y cada vez más urbanizada, en un imparable proceso de creación de macrociudades y de abandono del campo.

La demografía genera interés y fascinación por la incapacidad de controlarla, pero al menos, de momento, sí tenemos la capacidad de conocer su evolución pasada y de proyectar la futura. Por el camino, sin embargo, se mezclan las distopías tecnológicas. ¿Llegará la ciencia a hacernos inmortales? ¿Podrá la ética frenar la 'fabricación' en serie de seres humanos? ¿Acabarán las máquinas planificando nuestra natalidad?