IDEAS

Gran carácter, literatura a lo grande

La escritora valenciana Isabel-Clara Simó.

La escritora valenciana Isabel-Clara Simó. / EL PERIÓDICO

Xavier Bru de Sala

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Ha muerto, no solo un icono y una celebridad sino una escritora como una casa que muchos, cargados de prejuicios opuestos, se han negado a descubrir. Isabel-Clara Simó, alcoyana de adscripción, ampurdanesa de adopción y barcelonesa de vocación, es una autora infravalorada. El largo y fructífero periodo de popularidad de que gozó hizo suponer a muchos presuntos exquisitos que producía narrativa de consumo. Falso. Su doble adscripción ideológica, feminista e independentista, acompañada de una militancia incansable y constante, llevó a muchos a clasificarla como símbolo y por tanto a confundir las cosas. Sea por mal, porque la excelencia de la obra nunca debe ser contaminada por los prejuicios y ni siquiera por los juicios éticos o políticos, o sea para mal revestido de bien, porque el icono enmascaraba a la escritora. Falso por una parte, falso por la otra.

Isabel-Clara Simó es una autora infravalorada que miró de frente a la sociedad y la retrató con crudeza y pasión

Por si fuera poco, el trato injusto de que tan justamente y tanto en la intimidad se quejaba, se vio incrementado por las necesidades de un sistema editorial tan débil, a pesar de las apariencias, que no puede vivir sin inventar a beneficio de inventario supuestos autores solventes en una vorágine que convierte en efímera e insostenible la fama, tanto si es merecida, como en este caso y no muchos más, como si solo sirve de excusa para usar, desaparecida sin combate la crítica, la única rueda sobre la que se sostiene en literatura catalana, que es la inflacionaria de las ventas.

Más tristeza y más duelo todavía porque, además de una novelista con títulos tan buenos como los más dignos de figurar en la más exigente y restringida de las antologías, osó hacer frente a la sociedad, mirarla de frente y retratarla con una inconmensurable pasión y al mismo tiempo con toda la crudeza y crueldad del realismo digno de este nombre. Por mucho que algunos, llevados por la miopía o prisioneros de un descuido que son incapaces de rectificar con humildad, pretendan prescindir del corpus de la Isabel-Clara Simó, es imposible comprender la sociedad catalana de su tiempo, que es nuestro, sin sus mejores aportaciones a la novela social. Carácter radical, referente irreducible, refractaria como autora a toda concesión.

En esta vindicación de urgencia hay que remarcar, en referencia y apoyo a los que luchan por un presupuesto digno de cultura, que los intentos de llevar su obra a la pantalla han fracasado (menos en una honrosa excepción), no por falta de visión e interés de los productores sino por la imposibilidad de financiar el cine que conlleva el estrangulamiento de la cultura a cargo de la Generalitat. Es lo mismo que ocurre con Jesús Moncada, autor de una obra en más de un sentido paralelo, si bien la de Isabel-Clara Simó es más vasta y de radio más ancho en el espacio pero no menos digna de admiración y memoria. En cualquier país que no sufriera el arrinconamiento de la cultura a cargo de sus políticos, serían fuente de inspiración para el audiovisual, el mejor camino disponible de penetración en el imaginario colectivo. En el nuestro, ni siquiera disponen del espacio que merecen en los catálogos, en los medios y en las librerías.