¿Y el factor humano?
Una cinematografía dominada por los superhéroes no sé si se puede permitir tantos entretenimientos pretenciosos que no llevan a ninguna parte
Ramón de España
Periodista
Ramón de España
La última película de Martin Scorsese, 'El irlandés', ha logrado dividir a la humanidad entre los que la consideran la obra maestra definitiva de su autor y los piensan que es un ladrillo senil de un artista cuyos mejores tiempos quedan atrás. Para mí, el problema de 'El irlandés' es mi incapacidad para sentir nada por el personaje protagonista, el sicario Frank Sheeran. Ni rastro de la empatía experimentada con De Niro en sus roles en 'Taxi driver' o 'Casino'. Y cuando el protagonista de una ficción me importa un rábano, siempre acabo desinteresándome de sus andanzas.
'El irlandés' no ha tenido suerte en los Globos de Oro, donde se ha llevado el gato al agua 'Érase una vez en... Hollywood', de Quentin Tarantino, protagonizada por dos tipos que te dan lo mismo, por bien que lo hagan Brad Pitt y Leonardo di Caprio: guion complicado, carpintería perfecta, impecable ejercicio de estilo, pero... ¿A mí qué me cuentan? Las últimas tres películas que he visto se mueven en la misma dirección: 'La gran mentira', de Bill Condon, 'Puñales por la espalda', de Rian Johnson, y la todavía inédita en España 'Uncut gems', de los hermanos Josh y Benny Safdie (en la que, por cierto, Scorsese figura como productor ejecutivo). Las tres cuentan con guiones brillantes y enrevesados, y la más salvable es 'Puñales por la espalda', que solo aspira a ser un irónico pastiche de esas novelas de Agatha Christie en las que un grupo encerrado en una mansión debe enfrentarse a Hércules Poirot -que en este caso se llama Benoit Blanc y lo interpreta Daniel Craig-, decidido a aclarar el crimen que ahí se ha cometido.
'La gran mentira' es otro prodigio de carpintería narrativa, pero la vacuidad de la propuesta no la arreglan ni Helen Mirren ni Ian McKellen, sus espléndidos protagonistas. También 'Uncut gems' parte de un guion alambicado y pretende que sintamos algo por ese marchante de diamantes aficionado a meterse en líos que interpreta brillantemente Adam Sandler, pero no lo consigue y llega un momento en el que lo que pueda ser de él nos trae sin cuidado. No sé si estamos ante una nueva tendencia de Hollywood -películas tan impecables como vacías-, pero una cinematografía dominada por los superhéroes no sé si se puede permitir tantos entretenimientos pretenciosos que no llevan a ninguna parte.
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