La espera

Maridos en la tienda de ropa femenina

Jornada de rebajas el 7 de enero del 2019.

Jornada de rebajas el 7 de enero del 2019. / periodico

Juan Soto Ivars

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Los verás en tus compras de Reyes si te acercas a cualquier tienda de ropa femenina. Tétricos, abúlicos: hombres con ojos de pescadilla asada, sin reflejos, carentes de toda chispa vital. Miran de reojo al mundo que les rodea o se abisman en sus teléfonos móviles. Intentan pasar desapercibidos o buscan desesperadamente miradas de compasión en el resto de maridos que pululan como ellos. Les cuelga el labio, se desplazan sin fuerzas un momento, se quedan parados en medio de dos maniquíes, desorientados como perros en una fundición de acero, echando miradas coléricas o suplicantes hacia la zona de probadores. También están los que se quedan fuera, en la puerta, helados, mendigos cargados de bolsas, pensando: cuánto tarda, cuánto tarda, yo ya habría salido de ahí, no puede ser.

Todo ha empezado para ellos con un conato de discusión. Desfilaban por una calle comercial con sus esposas o novias, se suponía que de paseo o para unas últimas adquisiciones relámpago, y cayeron en la trampa de un escaparate o una marca. Entremos aquí un momento, les dijeron, y ellos olían la tostada, pero accedieron. En el interior de la tienda de ropa femenina la mujer española media entra en un frenesí gozoso. Es la evolución de la recolectora: un proceso de comprobaciones y exámenes de los productos disponibles expeditivo y depredador del todo incomprensible para el hombre español medio, que tiene genes de cazador y abate normalmente el primer pantalón cutre con que se topa en el Springfield.

Mirar a los maridos en la tienda de ropa para mujer es mi único pasatiempo cuando caigo en la misma trampa. Ella ha entrado en el probador con quince perchas cargadas de las que elegirá una o ninguna después de probárselo todo y obligarme a dar el visto bueno, olvidando que mis ojos no están programados para distinguir, hosca porque le digo que todo le queda muy bien y ella sabe que lo digo solamente para que salgamos del infierno. Durante cuarenta minutos que me parecen horas, esos perros atados son mis hermanos.

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