análisis
Huele a quemado
Hubo un tiempo no tan lejano en que los dos grandes de la liga clamaban por lo mismo, incorporar el videoarbitraje al fútbol español para mejorar el campeonato, ayudar a los colegiados y neutralizar errores arbitrales. El Barça lo solicitó insistentemente a la federación aún presidida por Ángel María Villar. Lo hizo en una comida oficial de la final de Copa en mayo del 2017 ante el Alavés, indignado por un gol no concedido a Messi en Mestalla.
No le fue a la zaga el Real Madrid. Florentino Pérez dijo en septiembre de 2017 en la SER sobre los árbitros que «hay veces que no están a la altura de la grandeza de un Madrid-Barcelona», en alusión a la expulsión de Cristiano en la ida de la Supercopa de España, que le supuso al portugués cinco partidos de suspensión. Al entonces presidente de la RFEF, Juan Luis Larrea, le cayó una bronca de Pérez en la comida del partido de vuelta. También pidió el presidente blanco un reglamento donde el infractor fuese castigado, incluyendo al árbitro. El colegiado De Burgos Bengoechea no volvió a pitar esa temporada al club blanco hasta ochomeses después, en abril, en un intrascendente Málaga–Real Madrid.
Florentino dijo entonces que «es fundamental la implantación definitiva del VAR. El videoarbitraje es una herramienta más para que los colegiados puedan disminuir al máximo los errores».
Dos años después de aquel episodio, De Burgos Bengoechea vuelve a sufrir las iras blancas, esta vez acusado de inacción en la sala VOR este miércoles durante el clásico. Hasta Butragueño alcanzó insospechados niveles de indignación en su discurso del postpartido .«Es desconcertante que, caray, el VAR no haya intervenido. Son dos jugadas clarisísimas», en alusión a la no actuación del vídeoarbitraje respecto a las dos jugadas de posible penalti sobre Varane.
La indignación de Butragueño en el Camp Nou es idéntica a la del Barça en San Sebastián unos días antes. Una caída de Piqué en el 90 de partido no revisado por el VAR abrió la caja de los truenos, con carta de Bartomeu a Rubiales exigiendo los mismos criterios al aplicar el VAR.
Tras las protestas de Butragueño en el clásico, Guillermo Amor dio en la diana en Movistar: «No voy a interpretar las jugadas porque no van con nosotros. El otro día lo hicimos porque sí iba con nosotros. Si ellos lo ven así, son ellos quienes se tienen que quejar».
Aunque le cueste problemas con frecuencia, la sinceridad de Guillermo es reveladora. Aquí huele a chamusquina. Cada uno protesta lo suyo sin mirar a lo ajeno. Porque nadie quiere mejorar de verdad el sistema ni ayudar a los árbitros, sino usar el VAR en beneficio propio, especialmente cuando en el marcador hay empate. Con otro resultado, ni carta de Bartomeu ni caray de Butragueño.
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