Análisis

Más impuestos como síntoma

Es sospechoso que los liberales no den apoyo a la reforma fiscal en Catalunya cuando ellos predican una sociedad meritocrática

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Guillem López Casasnovas

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No conozco a nadie a quien le guste pagar impuestos. Ciertamente alguien puede decir que contribuir a la hacienda pública es un síntoma de que las cosas le van bien. Pero se me ocurren muchas alternativas igualmente placenteras para este reconocimiento: las donaciones y no las imposiciones mejoran la satisfacción individual para quien sea mínimamente altruísta, y selectivamente, ayudan al bienestar conjunto. Empoderan el contribuyente, se dice ahora.

Bajo el principio de la imposición y la unidad de caja, el vínculo de la cesión de parte del bienestar individual al comunitario se difumina. En ella se intercalan múltiples factores, costes de transacción o intermediación, que pueden llegar a hacer que el exceso de líquido (agua) de quien lo ceda solidariamente a quien está sediento no acabe perdiendo cuando el cubo perforado va cambiando de manos. Es la metáfora del cubo agujereado de Okun, o de la tan bien descrita obra teatral de Brecht 'La buena persona de Sezuan', excelentemente interpretada por la aguador Toni Gomila en nuestro Teatre Nacional de Catalunya.

Tenemos para todas aquellas contribuciones fiscales un sistema ampliamente mejorable, anclado en las inercias, supeditado al status quo que sabe sacar ventajas. Pervive con un poco presentable tratamiento diferencial entre rentas del trabajo y del capital, entre el autónomo que paga renta y el que interpone a su actividad una pantalla societaria, aquí o ¬-los más atrevidos- 'off shore' (fuera) : tipos progresivos 'versus' tipos planos, deducciones cerradas o más o menos a la carta, con precios de transferencia por debajo de mercado y consolidaciones fiscales, y con elusiones para la preservación de activos familiares frente a otros patrimonios que sufren doble imposición.

Enmendar la situación requiere una acción coordinada europea (retenciones en ganancias de capital, exclusión de paraísos fiscales, control de las bases fiscales internacionales) que claramente Juncker, artífice de los privilegios de Luxemburgo en su etapa de primer ministro allí, no tenía legitimidad de exigir a otros; así a IrlandaHolanda o en Portugal hoy.

De la reforma fiscal catalana, unas pocas anotaciones. Estaría bien que nos mentalizáramos de que los ricos de verdad no pagan IRPF, que coser descosidos es hoy más importante que ingeniar nuevos impuestos, que el impuesto de sucesiones no supone ninguna doble imposición (a diferencia del de patrimonio), y no es ni será confiscatorio.

En este sentido, es sospechoso que los liberales no le den apoyo cuando ellos predican una sociedad meritocrática, siendo como es el de sucesiones un impuesto redistributivo y eficiente (sí; lean al menos diferentes posicionamientos del 'The Economist', entre otros), especialmente en su versión propuesta hoy que recupera el patrimonio del heredero en la determinación de la base.

Y que hay que hacer tributar activos no productivos, al acecho de nuestra administración tributaria. En todo caso, optar por recaudar más impuestos es el reconocimiento de que no se ve alternativa de mejora de financiación para reconducir el déficit fiscal y, en la medida que afecte a ciertas rentas elevadas, este podrá ser el coste que tendrán que pagar algunos por débil apoyo empresarial a la mejora de la financiación de Catalunya.

Que actos como los del IESE por el aeropuerto, del Foment del Treball sobre mejoras fiscales para la empresa familiar, del Círculo de Economía sobre financiación o de la Cambra de Comerç en infraestructuras han servido hasta el momento de poco, por no decir de nada, cara a cambiar el estado de cosas.