Elecciones británicas
El batacazo del laborismo
Boris Johnson es listo; sabe que sus votos son prestados. Su partido rival, en cambio, no remontará hasta que no comprenda el porqué de este batacazo
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
La ‘dama de hierro’ debe de estar carcajeándose desde las brumas del más allá. Maggie Thatcher dejó tras de sí un paisaje de fábricas desmanteladas tras arremeter contra mineros, trabajadores de artes gráficas y astilleros. Dinamitó todo cuanto olía a público. Sin embargo, lo primero que ha hecho Boris Johnson tras su espectacular victoria en los comicios, la más holgada del Partido Conservador Británico desde 1987, ha sido prometer que convertirá el Servicio Nacional de Salud (NHS) en una de sus prioridades, con la construcción de 40 hospitales. ¿Cómo?, ¿un ‘tory’ hablando de hacerle el boca a boca a la sanidad? ¿Se han vuelto locos? No. El taimado primer ministro ha sabido poner el ojo allí donde el laborismo se ha dormido en los laureles.
El llamado ‘muro rojo’, una franja que se extiende desde el norte de Gales, atraviesa las Midlands (Tierras Medias) y alcanza el noreste, donde algunas circunscripciones habían sido fieles al Partido Laborista desde hace al menos un siglo, se ha venido abajo como una torre de palillos. La clase trabajadora ha preferido a un miembro de la elite metropolitana salido del clasista colegio de Eton. ¿Cómo se explica? Por la basura mediática, sí, pero sobre todo por la falta de carisma de Jeremy Corbyn, su ambigüedad frente al ‘brexit’, sus ‘cánticos’ venezolanos y su incapacidad para conectar con nadie fuera del Gran Londres.
Frente a sus bandazos, la consigna de los conservadores ha sido mucho más clara: ‘get the brexit done’, que en una traducción muy libre vendría a decir “hagámoslo de una vez y dejémonos de pamplinas”. Lo que a la gente le importa es la falta de vivienda, la pobreza infantil, la mejora de las infraestructuras, la sanidad. Por eso Johnson se desplazó de inmediato al castigado noreste de Inglaterra —territorio comanche para los ‘tories’— con la promesa de devolver a los electores la confianza que en él han depositado. Es listo; sabe que sus votos son prestados. El laborismo, en cambio, no remontará hasta que no comprenda el porqué de este batacazo.
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