Peccata minuta

Los agravios del Síndic

Al defender a la institución ante el clamor popular contra las inhumanas listas de espera, Rafael Ribó acaba de actuar exactamente a la inversa de aquello para lo que fue contratado

Declaraciones del Síndic de Greuges, Rafael Ribó

El Síndic de Greuges, Rafael Ribó. / periodico

Joan Ollé

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Rafael Ribó Massó nació en 1945 en Barcelona, hijo de familia bien. Su padre había sido secretario de Francesc Cambó. Jesuitas de Sarrià, Ciencias Económicas y Derecho, máster en Nueva York, miembro del Sindicat Democràtic d’Estudiants y de la Assemblea de Catalunya, doctor en Ciencias Políticas y Económicas… A la muerte de Franco ingresa en el PSUC, del que será secretario general y luego presidente de Iniciativa per Catalunya. Inaugurado el siglo funda y preside la ONG Ulls del Món. 

Muy probablemente este impresionante currículo le lleva a ser elegido Síndic de Greuges en el 2004, sitio del que no se ha apeado a lo largo de 15 años. El cargo es magnífico: proteger a los ciudadanos de los excesos, errores u horrores que puedan cometer las instituciones públicas: ser el hombre justo lejos de cualquier inclinación partidista.

El carrerón de Ribó sigue al alza: en el 2006 es nombrado director del Instituto Internacional del Ombudsman, y tres años más tarde, presidente de la Junta Directiva Europea de dicho Instituto. Entre 2011 y 2012 realiza, siempre bien acompañado, más de 50 viajes internacionales. ¿Cómo se debe ver el mundo en clase preferente y por encima de las nubes? Más aviones: en el 2015 un empresario implicado en el 3% convergente le pone un jet privado para asistir a la final de la Champions en Berlín junto a otros selectos altos cargos.

¿Qué hubiera opinado el 'psuquero Ribó' de un Síndic que hubiese sucumbido ante tal malsana invitación? ¿Y de los crueles recortes de Mas y Mas-Collell en sanidad por estos mismos años, cuando el primero no encontró otra salida que independizarnos de España para desviar de la atención pública su menosprecio a los temas sociales?

Al defender a la institución ante el clamor popular contra las inhumanas listas de espera,  Ribó acaba de actuar exactamente a la inversa de aquello para lo que fue contratado, pudiendo, además, dar a entender –como escribió mi admirada Emma Riverola– que los enfermos españoles también «nos roban».

Le rogaría al Síndic Ribó que explicase detalladamente a los gentiles que el presupuesto de sanidad catalán da pena comparado con el de otras autonomías –que cuando desplazan a sus enfermos asumen los costes del servicio– y, sobre todo, que si la dotación económica a nuestro sistema sanitario fuese proporcional a la de la Oficina del Síndic, entre sus prestaciones podrían caber los implantes dentales y los tratamientos antiedad.