Análisis

Pagar por reservar restaurante para la cena de Navidad

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Josep-Francesc Valls

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Hasta el 2015 no se recuperó consistentemente la celebración de las comidas de empresa en Navidad. Aunque nunca alcanzaron los niveles anteriores a la crisis del 2008, después de esos siete u ocho años durísimos, los eventos navideños en torno a una mesa se han disparado.

El sector vive en diciembre su momento más álgido. Los menús entre 30 y 60 euros se cuelan en todas las cartas y cada vez son más los bares, restaurantes, tabernas, cantinas, 'self-service', chiringuitos, 'gastros', comedores asociativos y demás que se ofrecen para este menester. En frase feliz de Patricia Castán en este diario, "las cenas grupales prenavideñas oxigenan la restauración" (El Periódico 14/12/2018).

Una de cada dos empresas organiza en España la típica cena de Navidad (Infojobs, 2018). Sobre todo, las grandes y las multinacionales. Cuatro de cada cinco empleados y trabajadores no faltan a la cita (según la misma fuente). Pero, además de estas expansiones, cuya iniciativa parte de las empresas, la mayoría absoluta de los compañeros de trabajo celebran por su cuenta sus propios esparcimientos gastronómicos (Adecco, 2018).

En este reenganche a partir del 2015, algo ha cambiado con respecto a antes de la crisis. El nivel competitivo se ha disparado. Lo saben los que ocupaban tradicionalmente la plaza y los entrantes también. Se nota sobre todo en los precios: más armónicos y ajustados.  También en la calidad de la oferta. Y, cómo no, en la sofisticación y en el esmerado servicio que se proporciona. 

Dos fenómenos apuntan este año cuando, desde el sector, aseguran que en estos momentos el pescado está casi todo vendido. El primero, es el de las reservas 'on line'. Se ha producido un extraordinario crecimiento de esta modalidad de confirmación, que facilita el trámite. Este conducto tiene la virtud de mantener los precios finales para el consumidor, pero el pellizco que se lleva el intermediario internáutico corre por cuenta del restaurador.

Eso quiere decir, que las apps intermediadoras tal vez aporten clientes, pero es seguro que a un coste superior puesto que reducen los márgenes. El segundo, las reservas presenciales están poniendo de moda exigir un adelanto a cuenta de la fiesta. Es decir, un aprovisionamiento de fondos. Pero, ¿por qué los restauradores exigen una fianza?  Para cubrirse por si el cliente se echa atrás; ese abono anticipado reduce los riesgos. 

Puede ser que la sobreoferta haya dejado en manos de los consumidores la capacidad de reservar doblemente o de frivolizar con algo apalabrado. Es posible que, en esta coyuntura, la moda prospere a corto, a muy corto plazo, aunque la perspectiva de crecimiento de la oferta la frenará en seco.

Lo peor de esta moda es que el cliente se pase en tropel a reservar por internet, que por el momento no reclama adelanto. En cualquier caso, esta medida fomenta la desconfianza hacia la empresa, el camino contrario a la fidelización. Pan para hoy, hambre para mañana.