Peccata minuta
Sí, quiero
Tres partidos han dado voz y voto a sus bases, y en los tres casos el recuento ha sido a la búlgara (o rumana): un promedio del 95% de "Sí, quiero" entre sus afines
No me gusta el verbo 'militar' porque es calcado al sustantivo que se aplica a mujeres y hombres que juegan con fuego, con armas de fuego. Antaño se me pasó por la cabeza afiliarme al PSUC, pero un oportuno, veinteañero y turístico viaje al Bucarest de Ceaucescu me disuadió completamente al contemplar a la 'nomenklatura', en medio de la miseria, consumiendo caviar, champán francés y besos de prostituta en un cabaret. Era mucho mejor ser 'compañero de viaje': mientras ellos conducían, temerariamente a veces, tú podías observar el paisaje por la ventanilla, y, encima, no pagar cuota. Confieso que siempre he sentido una cierta vergüenza ajena, no exenta de piedad, por los afilados/as a las juventudes de los partidos políticos, como si fuesen menores de edad forzados a trabajar o a llevar gafas cuando no las necesitan.
He conocido a cargos de alto rango de varios partidos, y todos me han confiado padecer un suplicio común: recibir a primera hora, como el ring del despertador, un mensaje sobre lo que deben decir o callar en público a lo largo de la jornada para no contradecirse entre ellos. Como clones. Nada más pavloviano que el griterío unánime y enardecido de militantes y simpatizantes en los mítines de campaña, como si ignorasen su condición de telón de fondo de un producto de consumo. Si alguno/a de ellos/as quiere saber sobre organización de campañas, hay docenas de series norteamericanas que lo explican al desnudo.
Recuento a la búlgara
A lo largo de estos últimos días, tres partidos han dado voz y voto a sus bases (lo que en los 'castells' equivaldría a la imprescindible 'pinya'), y en los tres casos el recuento ha sido a la búlgara (o rumana) al haber logrado un promedio del 95% de “Sí, quiero” entre sus afines. Y, gracias a esto, Sánchez ha conseguido alejarse de sus barones y jarrones chinos, Iglesias de sus pecados de 'tiquismiquismo' postsoviético y Rufián de no ser tildado de Judas Iscariote, como en su día él mismo metaforizó al lejano Puigdemont.
Dicen las malas lenguas que el hecho de disponer de un carnet sirve, básicamente, para llevarlo en la boca y así encontrar curro más allá de los méritos personales; pero, visto lo visto, también habilita a la militancia para decidir qué futuros proyectos de gobierno 'facin l'aleta' o 'facin llenya'. Sí, de los aproximadamente 5.700 votos positivos de ERC -en caso de ser tan vinculantes como el referéndum que negocian- podría depender la formación de un gobierno español a su imagen y semejanza: medio republicano, medio de izquierdas.
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