análisis

Luchando contra la nostalgia

Que despierte el equipo, como hace un año con el Tottenham, es solo cuestión de fe, porque hasta ahora el Barça es la nada

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Sònia Gelmà

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Un aficionado azulgrana decía ayer en las redes sociales que este Barça le daba energía. Por lo visto ha encontrado ocupaciones que resolver durante los partidos. Aprovecha para cocinar, poner lavadoras, pasar la mopa y apuntar la lista de la compra. Es una manera de afrontar el tedio al que últimamente nos condena el juego azulgrana. Este es de los optimistas, de los que aún se apunta en la agenda el horario del partido y procura estar en casa. Lo de ir al campo con este frío lo deja para los estoicos. El aficionado azulgrana vive entre la resignación o directamente la desafección.

Pero hay que ir con mucho cuidado estos días cuando se entra en las redes sociales, porque sin previo aviso, te puedes encontrar con unas imágenes que te enseñan la velocidad de circulación de balón del Barça de hace unos años. De cuando Xavi le pasaba la pelota a Iniesta y este se la devolvía para encontrar a un Messi que daba continuación a la jugada, todo al primer toque y sin la presión de irse de cuatro como única opción para llegar a puerta. Nostalgia. 

Y, aunque hayamos asumido que lo sublime no volverá, una secuencia te ataca por sorpresa y te puede producir una nueva crisis que, con las defensas bajas, resulta muy difícil de combatir. Y si te despistas, puedes caer en la tentación de quedarte a vivir en el 2010, por ejemplo. Aunque sepas que aquello ahora es imposible, porque el Barça ya no tiene aquellos jugadores, porque tampoco el entrenador es el mismo, y porque los rivales aprendieron a combatir aquel juego. 

Pero con mucho esfuerzo y mucha terapia, ya habíamos aceptado que un sucedáneo podía ser válido. Supimos verle las gracias al Barça de Luis Enrique, que llegó a jugar especialmente bien el segundo tramo de la primera temporada. Luego llegó el Barça de Valverde, que empezó torcido con la fuga de Neymar, y supimos apreciar también su capacidad de supervivencia. Quizás fue su mejor momento, cuando el vestuario se comprometió ante la sequía de talento. Pero pese a que nuestro listón de exigencia ha ido bajando, o quizás por ello, este Barça ha ido perdiendo argumentos hasta quedar prácticamente desnudo.

Ya no se piden grandes exhibiciones, simplemente se espera algo de fútbol. Quizás seamos afortunados y esta sea la semana, como cuando el año pasado se despertaron en Londres ante el Tottenham. Pero es solo cuestión de fe, porque en Butarque, como ya en demasiados partidos, el Barça fue la nada. Sin juego, ya solo queda aferrarse a Messi. Y el temor es que un día de estos, cuando se levante, se dé cuenta, de que lo que empezó siendo azulgrana, ahora ya es albiceleste. Y de selección ya no puede cambiar. Entre la nostalgia y la nada, tiene que haber un término medio.