Análisis
Más allá del Acuerdo de París para revertir el aumento de emisiones CO2
Es aconsejable reenfocar las negociaciones internacionales en torno a un instrumento que limite el oportunismo. Un precio sobre el carbono, a través de un impuesto, es la mejor opción
Jeroen van den Bergh
Profesor de investigación ICREA, Universitat Autònoma de Barcelona, y catedrático de Economía Ambiental, Universidad Libre de Ámsterdam
Jeroen van den Bergh
Según un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial no hay desaceleración en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, a pesar del Acuerdo Climático de París. Una deficiencia fundamental es que el acuerdo permite a países establecer sus políticas de emisión. Esto disminuye la ambición de los países, ya que sienten que no todos contribuyen de la misma manera. Además, empresas y políticos temen que la política climática unilateral perjudique su competitividad y, a la vez, a las exportaciones y la economía.
La clave para lograr políticas climáticas nacionales más estrictas es garantizar su armonización global. Como primer paso, es aconsejable reenfocar las negociaciones internacionales en torno a un instrumento que limite el oportunismo. Un precio sobre el carbono, a través de un impuesto, es la mejor opción. Asegura un incentivo simple y uniforme para todos los participantes. Así es más probable que cada país acepte una política ambiciosa, ya que sabe que se aplicará por igual al resto.
Un instrumento alternativo como los estándares técnicos tiene desventajas importantes: se necesitan muchísimas normas para numerosas tecnologías existentes; generan rechazo de las industrias y países más afectados; y a medida que aumentan la eficiencia tecnológica, el coste por uso disminuye, causando un uso más intensivo, conocido como efecto rebote.
Al fijar un precio a cada átomo de carbono, un impuesto ofrece una regulación precisa y eficaz de emisiones de CO2. Este mecanismo no solo estimula la compra y uso de productos bajos en carbono por parte de hogares y empresas, sino que también acelera innovaciones bajas en carbono. Además, un impuesto al carbono genera ingresos para compensar a hogares pobres y a países en desarrollo. Otros instrumentos son menos equitativos. Los subsidios para energía solar o coches eléctricos benefician a hogares más acomodados.
A pesar de estas ventajas, es poco probable que surja rápidamente un acuerdo internacional sobre un impuesto al carbono. Países que suministran combustibles fósiles como Arabia Saudí, Rusia y Australia se resistirán. Sin embargo, un camino de transición es posible a través de una coalición o club climático que tenga un impuesto uniforme y aplique aranceles de carbono a las importaciones procedentes de países no miembros. Esto se traduciría en una presión moral y económica, a través de la cual el club se expandiría.
La participación inicial de EEUU, la UE y China proporcionaría un punto de partida ideal. Pero el rechazo de Trump al acuerdo de París obliga a una solución creativa. Una opción sería abrir el club también a regiones y estados subnacionales. Según un nuevo estudio, un grupo de 31 estados de EEUU ya muestran grandes ambiciones en política climática o dependen en gran medida del comercio internacional con posibles países miembros de un club climático. Se estima que así un 70% de las emisiones de EEUU podrían formar parte del club.
Estas ideas merecen una atención durante futuras reuniones climáticas de la ONU, incluso en la próxima COP25 en Madrid.
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