Análisis
La difícil salida por la izquierda
¿Cómo asumirá ERC el premio electoral al radicalismo?
Jordi Mercader
Periodista.
Jordi Mercader
Pedro Sánchez debería ir pensando en cerrar el laboratorio de ideas geniales de Moncloa y aferrarse al sentido de la realidad dominante en el comité federal de Ferraz, aprovechando, eso sí, que no habiendo alternativa a su nombre, puede impedir todavía que los barones le impongan límites excesivos. El domingo, Sánchez se mantuvo en su mantra de la generosidad de los otros para que le dejen gobernar a él. No debería ser grave. La noche electoral es el último acto de campaña, aún mandan las emociones sobre el análisis. La primera señal para intuir si de verdad el PSOE quiere negociar con Pablo Iglesias será el nombre de quien dirija los contactos. Con Calvo, poco cambiará; con Ábalos, alguna opción habrá. De todas maneras, el pacto de PSOE y Unidas Podemos está mucho más difícil ahora que en julio.
El Gobierno de la izquierda requiere de la colaboración de ERC, entre otros. Y ERC, como PSOE y UP, retrocedió en número de diputados; menos que Iglesias y casi tantos como Sánchez. No es un buen síntoma. Hasta la semana pasada, los mensajes privados que recibían los socialistas de los republicanos eran alentadores: todo se puede arreglar con voluntad de pacto, incluso una investidura que obvie el derecho a la autodeterminación. Sin embargo, Gabriel Rufián ha retrocedido y por el contrario su socios de JxCat y sus aliados de la CUP han avanzado un poquito, compartiendo estos la desobediencia y el enfrentamiento con el Estado como vía para alcanzar sus objetivos, camino que ERC no parece (o parecía) dispuesta a recorrer.
¿Cómo asumirá ERC el premio electoral al radicalismo? Este interrogante no dejará dormir a Ábalos y a Iglesias, si es el caso de tomarse en serio el gobierno por la izquierdas. A Pedro Sánchez, la violencia en Catalunya y las denuncias de negociación secreta con el independentismo vertidas por la derecha le han pasado factura en general, pero no especialmente en Catalunya, donde el PSC mantiene sus diputados y se acerca a ERC. El margen de maniobra en las relaciones PSOE-ERC se estrecha de forma sensible. Los barones socialistas calcularán el riesgo de seguir apareciendo como contemporizadores con los enemigos de España y la dirección de ERC proyectará su retroceso sobre unas eventuales elecciones autonómicas. La investidura puede ser la primera víctima de estas evaluaciones y la segunda, el discurso del diálogo.
La izquierda casi siempre gana en Catalunya. ERC-PSC-Comuns alcanzan los 32 diputados, de largo la combinación mayoritaria. Una suma estéril. Un tripartito progresista es una entelequia a corto plazo, tal vez para siempre si el eje divisorio de la política catalana permanece anclado en el soberanismo. Los más afectados por este improbable son los Comuns, herederos de la tradición unitaria del PSUC y muy preocupados por la fórmula con la que mantener la gobernación de Barcelona a medio plazo. Los seguidores de Colau resistieron bien, como sus aliados del PSC, y no pueden ocultar su decepción por los errores cometidos por Pedro y Pablo.
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