Análisis

Nos vemos en las urnas

Mitin de Pedro Sánchez en Castelló.

Mitin de Pedro Sánchez en Castelló. / MIGUEL LORENZO

Carmen Juan

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La campaña se acabó por fin, ha sido corta pero muy cansina. Hasta los candidatos parecían hartos de oírse, así que los espectadores recibimos con alivio que al soporífero debate de líderes le sucediera un debate de candidatas mucho más instructivo. Es posible que esta sea la convocatoria electoral más inútil de los últimos años y posiblemente una mala idea. No solo puede mantenerse el bloqueo, es que puede empeorar con la aparición de nuevas formaciones políticas como Más País de Errejón y las CUP en un escenario político aún más polarizado y fragmentado.

Hace solo seis meses, el PSOE ganó las elecciones, el PP se desplomó en las urnas, Vox entró en el Parlamento con menos éxito del que auguraban las encuestas, Podemos salvó los muebles y Rivera no alcanzó sus expectativas de ser el líder de la oposición, aunque podría haber garantizado un Gobierno estable con amplia mayoría. Sánchez fracasó en la investidura al no lograr el apoyo de Podemos y contra todo pronóstico, advertencias y sentido común, se convocaron automáticamente estas nuevas elecciones.

La historia es conocida pero vale la pena recordarla porque nuestra memoria es muy selectiva. A Rajoy la táctica de la repetición electoral le salió bien en 2016. El PP había ganado en diciembre de 2015 con 123 escaños, los mismos que ahora tiene Sánchez. Rajoy se dedicó a esperar mientras veía a Pedro Sánchez fracasar en su primera investidura. Seis meses después, en la repetición automática de elecciones, el PP subió a 137 escaños, muy lejos de la mayoría, pero suficientes para formar gobierno con la abstención de un PSOE presionado, dividido y humillado. En ese momento, Rajoy también reclamó su “derecho a gobernar por haber ganado”, argumento que Pedro Sánchez repite desde abril sin que le hagan caso.

Que la historia se repita o no está en manos de un electorado cada vez más cansado, tras ser convocado a las urnas cuatro veces en cuatro años. En la repetición electoral de 2016 la participación fue la más baja de nuestra historia reciente, un 66,4%. En cambio, en abril pasado el miedo a la ultraderecha movilizó la participación electoral más alta desde 2008, un 71,7% histórico, difícil de repetir seis meses después, cuando parte de ese miedo se ha diluido y la sentencia del 'procés' ha arreciado el conflicto catalán a beneficio del independentismo catalán y de la ultraderecha española.

La noche electoral veremos si el Psoe mantiene el tipo, si la izquierda con Podemos suma más que la derecha, si Cs cae en la irrelevancia, si el independentismo es decisivo o si el PP se convierte en rehén de un Vox más crecido. Habrá que leer detenidamente los resultados de un escenario tan complejo.

No se trata solo de lograr una investidura, se trata de poder gobernar de forma estable una legislatura, y eso puede ser muy difícil mientras no se despeje también la dura competencia entre independentistas en Catalunya. Cómo advertía Gabriel Rufián, “otoño no será un buen momento para hacer política”, pero votar es nuestro deber y nuestro derecho. Nos vemos en las urnas.