Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Halloween y las nietas de las brujas

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El pasado jueves y durante todo el fin de semana las calles se habrán llenado y se llenarán de chicos y chicas vestidos de calaveras, vampiros y momias. 

Y de brujas, muchas brujas.

Hablemos de brujas.

Los médicos tradicionales eran más bien anatomistas y escribían tratados sobre la morfología del cuerpo humano o incluso del cerebro. Las mujeres eran las curanderas y las parteras. Eran ellas las que cocinaban y, por lo tanto, las que, con el tiempo, aprendían si una hierba era medicinal. También las mujeres eran encargadas de cuidar a los niños, y eran las que atendían en los partos. Se iban pasando consejos que habían aprendido desde la experiencia, y se transmitían sus experiencias entre vecinas, o de madre a hija. Fueron las primeras farmacólogas, y las que aprendieron a cultivar y destilar hierbas medicinales. Excluidas de los libros y la ciencia oficial, su ciencia formaba parte de la subcultura popular.

Pero, a finales de la Edad Media, los médicos se dieron cuenta de que podían hacer un enorme negocio, porque la incipiente burguesía, que se establecería como clase en el Renacimiento, estaba dispuesta a pagar por sus servicios. Se trataba de un potencial filón increíble porque todo el mundo se pone enfermo alguna vez  Así que la lucha contra las brujas fue, en parte, una lucha económica. Y también fue una lucha entre clases, porque los varones representaban a la clase dominante que podía haber estudiado, que podía haber acudido a la recién nacida universidad, mientras que las mujeres representaban a la cultura popular.

Las brujas vivieron y murieron en la hoguera mucho antes de que apareciera la moderna ciencia médica. La mayor parte de esas mujeres condenadas como brujas eran simplemente sanadoras, curanderas al servicio de los campesinos, y su eliminación marca una de las primeras etapas en la lucha de los hombres para eliminar a las mujeres de la práctica de la medicina.

La mayoría de
las mujeres
condenadas a
la hoguera eran
curanderas al
servicio de
campesinos

Entre finales del siglo XV y principios del XVI se registraron muchos millares de ejecuciones –en su mayoría mujeres condenadas a ser quemadas vivas en la hoguera– en Alemania, Italia y España  Hacia mediados del siglo XVI, el terror se había propagado a Francia y algunas ciudades alemanas. Las ejecuciones alcanzaron un promedio de 600 anuales, aproximadamente dos diarias. Numerosos autores cifran en varios millones el número total de víctimas.

El 85% de todos los condenados a muerte eran mujeres: viejas, jóvenes, y niñas. 

Nos hallamos ante un fenómeno social profundamente arraigado y que trasciende los límites de la historia de la medicina.

En algunas regiones, la brujería fue la expresión de una rebelión campesina que en muchos casos propugnaba algo revolucionario: la igualdad entre hombres y mujeres. Algunas de las revueltas incluso estuvieron encabezadas por mujeres.

La caza de brujas no fue ni una orgía de linchamientos ni un suicidio colectivo de mujeres histéricas, sino que siguió procedimientos bien regulados y respaldados por la ley. Fueron campañas organizadas, iniciadas, financiadas y ejecutadas por la Iglesia y el Estado.  Por los inquisidores, tanto católicos como protestantes.

Lo que de verdad debería darnos miedo no son las brujas. Debería darnos miedo que se haya silenciado un 'ginocidio' y que en la Edad Moderna apenas se hable de ello. 

No en vano se dice que las feministas somos las nietas de las brujas que no quemaron. Y deberíamos, entre todas, recuperar la memoria de ese 'ginocidio' que marca con huella de fuego y vergüenza el principio de la Edad Moderna.