Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Juan Carlos Ortega

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Las ricas

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Esta columna semanal se titula 'El artículo y la artícula' porque siempre me ha hecho gracia la obsesión por el lenguaje inclusivo. Lo aplaudo muchas veces, claro que sí, pero muchísimas otras me causa sonrojo y puede llegar a agotarme.

Pero lo que más rabia me da es la injusticia. Puedo soportar el uso ridículo y abusivo del 'los' y el 'las', porque siempre da pie a alguna broma inocente, pero cuando alguien se comporta de manera injusta con algún colectivo, entonces me puedo llegar a cabrear bastante.

El otro día, el señor Errejón, haciendo uso legítimo del tiempo de campaña electoral (o precampaña, no sé muy bien dónde estamos), proponía un nuevo impuesto para los ricos. Lo dijo él y también, obviamente, otros integrantes de Más País. Los periodistas que le escuchaban no notaron nada extraño, pero yo, que estoy loco de atar por lo inclusivo, enseguida me percaté de la profunda contradicción. 

Y es que Errejón habló de los ricos, pero se olvidó de las ricas.

¿Qué pasa con ellas, Iñigo? ¿No hay impuesto para las mujeres millonarias? ¿Serán castigados con esta nueva tasa los empresarios exitosos, pero las empresarias forradísimas se verán libres de ella? Naturalmente, no. Implicitamente, Errejón hablaba de los ricos englobando también a las ricas, pero lo curioso, lo profundamente sospechoso, es que no lo dijo.

Y es que el lenguaje inclusivo es muy machacón duplicando los colectivos que molan, los guais: solidarios y solidarias, inscritos e inscritas, ciudadanos y ciudadanas, trabajadores y trabajadoras, concienciados y concienciadas, pero cuando se habla de un grupo humano que, a ojos del que habla, no es especialmente atractivo, entonces solamente se emplea el masculino.

El lenguaje
inclusivo es
muy machacón
duplicando los
colectivos que
molan. Los
que no, son
masculinos

Empresarios, ricos, fachas; son siempre hombres, al parecer. Ada Colau, por citar al azar a alguien que ama lo inclusivo, nunca ha hablado de los fachas y las fachas, porque debe creer que emplear el femenino en algo tan horrendo podría degradar a la mujer. O, lo que sería más inquietante: a lo mejor ella cree que no hay mujeres fachas.

Pero hay que ser consecuente. Si estás todo el día, como Iñigo Errejón, hablando de los inscritos y las inscritas, de los amigos y las amigas, de los compañeros y las compañeras, has de pedir, con firmeza, un nuevo impuesto para los ricos y para las ricas. Si no, se te ve el plumero. Si llevas lo inclusivo como una bandera, no la dejes a media asta cuando te dirijas a tus enemigos, porque entre ellos también hay mujeres.

Sueño con un día soleado y precioso en el que Pablo Iglesias, Ada Colau, Pedro Sánchez, Iñigo Errejón, Carmen Calvo, todos ellos, hablen de los fascistas y las fascistas, de los franquistas y las franquistas que el pasado jueves gritaban ¡Arriba España! durante la exhumación. Cuando se duplique lo negativo, y no solo lo positivo, las cosas empezarán a estar un poquito mejor.