La hoguera

Oprimidos, opresores y dueños de pisos

Señalar a una propietaria concreta en campaña electoral, como ha hecho Irene Montero en Twitter, no solo está lejos de arreglar los problemas de la vivienda en España, sino que es un abuso inmoral

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Juan Soto Ivars

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Irene Montero, Rafa Mayoral e Ione Belarra señalaron en Twitter, con nombre y apellidosTwitter, a la dueña de un piso que había subido el alquiler a sus inquilinos. Creo que, hasta la llegada de Vox, esta línea roja solo la había traspasado otro partido con representación en el Parlamento. Ocurrió en el 2017, cuando Albert Rivera y otros diputados de Ciudadanos publicaron en las redes sociales los nombres y las caras de nueve profesores catalanes que supuestamente habían humillado en clase a hijos de guardias civiles. El juez archivó el caso dos años después, y no he visto las disculpas de Rivera.

Tampoco se disculparon los de Unidas Podemos después de que les llovieran las críticas, tanto dentro como fuera de la izquierda, por lo que mucha gente consideró un abuso de poder. Irene Montero se justificó, volvió a repetir el nombre de la dueña del piso en Twitter y terminó su hilo culpando a la ultraderecha de una campaña contra ella. Bien: este no es un medio de ultraderecha, y para mí es preocupante que políticos con representación en las instituciones pongan en la picota a ciudadanos. Me parece una muestra de que eso que anunciaron como “nueva política” se parece mucho al viejo populismo de toda la vida.

Podemos propuso controlar el precio máximo del alquilercontrolar  y desde mi punto de vista es algo muy necesario y razonable. Se hace en Berlín y en París, y debería hacerse en Barcelona o Madrid, donde la escalada de los precios es atroz. Los problemas sistémicos requieren soluciones desde el sistema, y el Congreso de los Diputados es un órgano para ejecutar esta clase de actos. Señalar a una propietaria concreta en campaña electoral no solo está lejos de arreglar los problemas de la vivienda en España, sino que es un abuso inmoral.

No es difícil oír hablar a Montero y compañía en términos foucaultianos sobre opresores, oprimidos y posiciones de poder. Aseguran ver el mundo desde una retícula de la justicia social, pero en esta ocasión se han olvidado de cuál es su posición en la pirámide.