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La farsa

La propuesta de Torra de ejercer de nuevo la autodeterminación esta legislatura es una huida hacia delante para perpetuar un Govern sin horizonte ni estrategia

TORRA

TORRA / periodico

Roger Palà

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Karl Marx escribió una de sus frases más conocidas para abrir el ensayo 'El 18º Brumario de Louis Napoleon': "Hegel dice que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces. Pero se olvidó de añadir : primero lo hacen como tragedia, y luego como farsa ". La sentencia del filósofo alemán resonó este jueves en las paredes del Parlament cuando el 'president' Torra se comprometió a ejercer de nuevo la autodeterminación esta legislatura, durante un debate de política general marcado por la sentencia del Supremo y la tensión de las protestas en la calle.

Si el 1-O fue vivido por gran parte de la ciudadanía como una tragedia heroica, con la defensa de los colegios electorales ante la contundente actuación policial, la gestión posterior del 1-O ha degenerado en opereta gubernamental que roza el ridículo, en el que una portavoz puede justificar sin ruborizarse las cargas de los Mossos contra independentistas en el aeropuerto con el argumento de que así se evitó que los acusaran de sedición. La salida de Torra sobre un posible nuevo referéndum o unas elecciones plebiscitarias, que ERC ni siquiera conocía, no puede ser interpretada más que como una huida hacia delante para perpetuar su partido en un Govern sin horizonte ni estrategia.

La distancia entre la retórica de Torra y la acción real del Govern crece cada día que pasa. Resulta grotesco seguir alimentando la ficción de la república inminente, cuando al mismo tiempo se envía a los Mossos a contener con contundencia manifestaciones y protestas independentistas. La violencia provocada por grupos de agitadores, a pesar de ser minoritaria, no es justificable éticamente y, además, resulta perjudicial estratégicamente, porque hará restar apoyos al movimiento independentista. Pero tampoco son justificables muchas de las prácticas policiales que hemos visto estos días, que deberían ser investigadas y depuradas.

El problema de fondo, sin embargo, es que gran parte del independentismo mayoritario, por miedo a ser tachado de traidor por los sectores más intransigentes, no se atreve a hacer una lectura crítica de la realidad. Al igual que el viejo Partido Comunista de España perdió desde el exilio el contacto con la realidad del interior durante el franquismo, las fantasías políticas alimentadas desde Waterloo resultan nocivas para articular una estrategia que parta de un análisis realista y crítica del momento político y social que vive Catalunya. Torra es simplemente la correa de transmisión de este discurso ilusorio. Los estallidos de rabia en la calle deben leerse también como la consecuencia de la frustración que genera el choque de estos discursos con la realidad.

Quim Torra ha conseguido algo inaudito: unir por primera vez en mucho tiempo aindependentistas y no independentistas. Todo el mundo, con la boca grande o con la pequeña, le pide la dimisión. Si ERC no quiere seguir alimentando una farsa letal para el futuro del independentismo, lo mejor que podría hacer es dejar el Govern en minoría y forzar elecciones.