DINERO DIFÍCIL

La 'tasa GAFA'

La OCDE se propone reformar el sistema fiscal internacional para adaptarlo a la economía digital

Proceso de compra en Amazon

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Albert Sáez

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La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha presentado esta semana una propuesta de impuesto sobre las empresas tecnológicas, las denominadas GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon). El texto incluye, de facto, una propuesta de fiscalidad en la era digital porque ataca el núcleo del problema: desvincular el pago de impuestos de la presencia física de las empresas en los territorios. El asunto tiene mucha más enjundia de la que puede parecer. Por un lado, pretende solucionar el lío en el que se intentaban meter algunos estados (entre ellos España) con la denominada 'tasa Google'. Era un lío, no por el propósito sino por el método. Abordar el tema del pago de los impuestos donde se generan los beneficios y no donde se disfrutan tiene todo el sentido del mundo. Pero, precisamente por la naturaleza del problema -la deslocalización digital-, lo que resulta un sinsentido es abordarlo en un solo país. E incluso solo en la UE. La propuesta de la OCDE podría llegar a tener el aval de 134 países y cuenta con el apoyo del G-7 y la próxima semana podría contar con el del G-20. 

La propuesta de la OCDE aborda bien el fondo de la cuestión, pero es excesivamente táctica en las concreciones. Establece una barrera de facturación para determinar las empresas afectadas por el nuevo impuesto: 750 millones anuales. Y distingue diversos tramos a repartir entre los territorios implicados en las transacciones: el lugar de compra, la sede operativa de los vendedores y la sede fiscal. Es un intento de no perjudicar a nadie difícil de conseguir. El pastel es demasiado apetitoso para que nadie renuncie a su parte. En lugar de buscar una legislación a medida de las GAFA, quizás sería mejor camino buscar la esencia del pago de impuestos que queda en entredicho cuando las actividades se realizan desde la ubicuidad. Se pagan impuestos para contribuir a los servicios públicos que permiten su realización. Impuestos como el IVA no hacen otra cosa que repartir la fiscalidad entre quienes crean valor añadido a proporción del margen que obtienen. Pero los impuestos indirectos también cumplen otra función: la de recaudar en función del consumo, o sea, del gasto. De manera que quienes más gastan, no solo quienes más ingresan o acumulan, pagan más. Es una manera de soslayar la impopularidad de la fiscalidad directa y de premiar el ahorro a largo plazo. La deslocalización de la economía digital rompe en pedazos este esquema. Ese es el asunto a resolver. Especialmente por sus consecuencias ya que, de hecho, se produce, una alteración de la competencia. La distorsión fiscal hace que hoy en día no sepamos, por ejemplo, si Google es mucho más eficiente que los editores de noticias o si gana cuota de mercado porque en realidad se dedica al estraperlo, es decir, a especular en base a la asimetría fiscal entre los territorios. Y lo mismo pasa con Amazon y las librerías. En realidad, la mejor noticia de la tasa GAFA es que la OCDE se propone "refundar el sistema fiscal internacional. Falta hacía.