Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA
Juan Carlos Ortega
Juan Carlos Ortega
El crack cero
Decidí sin pensarlo tomar un AVE para ir a verla. ¡Qué ganas tenía, Dios mío! La echaba mucho de menos. Muchísimo. La última vez que la vi fue hace años y necesitaba reencontrarme con ella. ¿Seguirá igual que antes?, me preguntaba mientras iba en mi asiento del tren. No es una novia (ella venía conmigo), aunque en cierta forma sí que lo es; una novia cinematográfica de la que en cierta ocasión me enamoré y que cada día quiero más.
La conocí, como les decía, hace muchos años (a la cinematográfica, digo) gracias a la televisión. Se llamaba 'El crack', y era una película que me provocó un flechazo nada más verla. Luego, un tiempo después, vi 'El crack 2' y el amor no hizo más que crecer.
El otro día supe que se estrenaba 'El crack cero', la precuela de las historias de Germán Areta, interpretada esta vez por Carlos Santos. Alfredo Landa, como saben, murió y Santos hace una encarnación maravillosa del famoso detective español.
Me senté al lado de mi novia (la de verdad) para ver a mi novia cinematográfica en la pantalla. Nada más empezar, el flechazo ha vuelto. Germán Areta jugando a las cartas y, de fondo, el gong de 'Hora 25', el mítico programa de la Cadena SER. Después, la voz de José María García. A Garci le gusta siempre empezar sus 'cracks' con un ejemplo de justicia adornado con voz radiofónica.
En la primera parte, en los años 80, Areta es justiciero en un bar, apuntando con un revolver a las partes íntimas de un atracador mientras pronuncia esa frase que ya es historia del cine: "Devuélveme el mechero o te quemo los huevos". En la segunda parte, hace justicia a su propio coche, cuando quieren robárselo unos tipos en un párking. En 'El crack cero', la justicia tiene que ver con el maltrato a una mujer.
"Garci es incorrecto, como siempre, y además sin proponérselo, que es lo meritorio"
Mientras Areta juega a las cartas, un hombre, en el bar, agrede a una mujer. El detective se levanta para defenderla. Ella, en lugar de agradecérselo, toma partido por el agresor. Esto último es lo extraordinario. Cualquier otro director habría sido simplón y previsible, y tan solo hubiéramos visto la protección de un hombre a una mujer, el puñetazo del justiciero al maltratador. Pero Garci no es cualquier director. No es simplón ni previsible. Conoce a la gente más que los demás y la mujer maltratada defiende a su agresor, lo cual indigna tanto a Areta que vemos cómo la desprecia en lugar de consolarla de manera paternal.
Un Garci incorrecto, como lo es siempre, y además sin proponérselo, que es lo meritorio.
Ser incorrecto a la fuerza, buscándolo, es lo fácil. Él lo hace sin que nadie se lo haya pedido, sin que necesite hacerlo, sin que sienta que tiene la misión de ir contra corriente.
Tras esa escena inicial, la película ha ido creciendo, como ocurre siempre en el cine de Garci. El resultado, una obra maestra filmada en blanco y negro, una película llena de bondad y de justicia. Un tesoro cinematográfico que, de verdad, ustedes han de ir a ver, porque nadie hace cosas tan hermosas como Garci. Y últimamente necesitamos cosas hermosas.
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