APUNTE

Una exigencia moral

Papeletas de las elecciones generales

Papeletas de las elecciones generales / periodico

Josep Maria Pou

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Llevo desde el verano en buena compañía. Me lo han oído decir ya otras veces, pero una de las ventajas de ser actor es que nunca llegas a estar solo del todo. Siempre te acompaña “el personaje”. A modo de colega y compañero, camina a tu lado, marca tus horarios, condiciona tus idas y venidas, y hasta, un poco cabroncete, juega al escondite contigo, para que te angusties creyendo que lo has perdido. Nada peor para un actor que perder al personaje. Miento, nada peor que “perderse” en el personaje, pero ese es otro tema que requiere tratados más amplios.

Ayer compartí con Cicerón mi disgusto por tener que votar de nuevo y expresé mi intención de abstenerme. Se puso furioso

Lo cierto es que, desde hace meses, convivo con Cicerón, al que ya me atrevo a llamar “viejo amigo”. Me acuestoy despierto a su lado, compartimos filete y ensalada, y a media tarde paseamos los dos camino del teatro. Una vez allíes él quien toma el poder: llegada la hora de la función, me encierra en el camerino y se dirige, -resuelto, altivo,seguro-, hacia el escenario. Es su gran momento. Yo, encerrado bajo llave, le dejo que se crea durante la siguiente hora y media, amo y señor de su destino. Le dejo que crea –ingenuo él- en el libre albedrío. Y que siga sin enterarse de quesoy yo el que maneja los hilos, el que le presta la vida y el aliento. Yo, el actor; él, “mi personaje”. Los dos, nuestra razón de ser. Acabada la función, nos reencontramos como si no hubiera pasado nada.

La otra noche, de vuelta a casa, me sorprendió leyendo los datos de una reciente encuesta de hábitos culturales. “¡Ha subido el interés por la lectura!”, le dije. Se le iluminó la cara: “Los libros son los únicos amigos que no te abandonan”. Y hasta se emocionó (nos emocionamos, los dos) un poquito. Pero ayer compartí con él mi disgusto por tener que votar de nuevo y expresé mi intención de abstenerme. Se puso furioso. Me agarró con fuerza de los hombros, acercó su cara a la mía, me obligó a mirarle directamente a los ojos y dijo: “¡Todo ciudadano está obligado a implicarse en mejorar su comunidad! ¡Es una exigencia moral!”.