Dos miradas
Esa gente normal
¡Qué bonito era pensar que podía distinguirse! Que el fanatismo nacionalista no tendría un rostro tan, tan normal
Vic. Reacción a las detenciones de los CDR acusados de terrorismo. Un hombre se dirige a cientos de personas. Voz grave, pomposa, de la solemnidad pasa a la exaltación: “500 hombres armados han entrado al Principado de Catalunya y han aterrizado a las puertas de las casas de nuestros hijos y se los han llevado. Hoy, hace pocos días de los 305 años del 1714. ¡Ilusos estos castellanos al pensar que somos sus esclavos! Nosotros no somos esclavos de nadie. Esta tierra es nuestra. Y a quien no les guste, que se vaya”. Aplausos. Vítores. Más aplausos. “¡Viva la tierra!” ¡Viva!, gritan emocionados los congregados. Hombres y mujeres. Mayores y jóvenes. Perfectos ejemplares de personas normales. Quien les alienta es un médico cooperante en varias oenegés.
Su discurso es de manual. Uso torticero de la historia, recreación de un agravio continuado, exaltación de lo “nuestro”, identificación del enemigo (los “castellanos”) y, al fin, el eterno, hostil y excluyente “A quién no le guste, que se vaya”. ¡Qué bonito era pensar que podía distinguirse! Que el fanatismo nacionalista no tendría un rostro tan, tan normal.
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