Dos miradas

Otoño

El otoño implica observar y no cantar. No es la previsión improbable de la euforia sino la constatación tranquila del fracaso

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Josep Maria Fonalleras

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Este lunes empieza el otoño. Es una estación muy apreciada por los poetas, porque, a diferencia de la primavera, que provoca el estallido y lo ejercita, el otoño, la mirada sobre el otoño, implica a menudo una reflexión en torno a la caducidad, justo antes de que sea demasiado tarde. Los poemas otoñales se escriben en el umbral del límite de los días, que se acerca. Es como cuando comprobamos la fecha de un yogur. Sabemos que es cercana, pero aún estamos a tiempo de pensar que podremos comerlo, que podemos observarlo con el temor de la inminencia del final, pero con la pausa de las horas que nos quedan de margen. Será por eso que los poetas piensan tanto en él. Porque el otoño implica observar y no cantar. No es la previsión improbable de la euforia sino la constatación tranquila del fracaso.

Comadira contempla el sol del otoño y dice que "llena de melancolía los pasillos del corazón". Y Carner habla de la hoja a punto de caer. Un "último rayo del día" aún tiene el coraje de dorarla, a pesar de saber que es una dedicación inútil. Otoño: la evidencia de la derrota y la piedad que nace de observar con serenidad las reglas fatídicas. De someterse a lo que es inevitable.