ANÁLISIS

Luis Suárez, aquí llega el sol

Luis Suarez celebrando su gol tras su primer chut a puerta   durante el partido de liga entre el FC Barcelona y el Valencia

Luis Suarez celebrando su gol tras su primer chut a puerta durante el partido de liga entre el FC Barcelona y el Valencia / periodico

Jordi Puntí

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Cada vez estoy más convencido de que Luis Suárez es el George Harrison del Barça. Al lado de Leo Messi, que es Lennon y McCartney en uno, su trabajo queda a menudo en un segundo plano, pero en muchas ocasiones su juego es de un preciosismo único. Si un día reunimos los 179 goles que ha conseguido en partidos oficiales con el Barça, nos daremos cuenta de que su repertorio es amplio y creativo como el de pocos. Además del perfil del 9 que no deja ningún balón por verde, Suárez puede ofrecer la fantasía de un 7, la invención de un 10, la sorpresa de un 11. Como el gol se le supone, sin embargo, no es raro que estos detalles de fuera de serie pasen desapercibidos...

Pienso, por ejemplo, en marzo de este año, cuando el Barça le ganó 1-4 al Betis. Messi dejó ese día un hat-trick que incluía una obra de arte en forma de vaselina que incluso los béticos aplaudieron. Pocos se acuerdan, sin embargo, que Suárez firmó también "un gol de placa" --tal como cantaba Jorge Ben--: el uruguayo agarró el balón en el centro del campo, salió en estampida, regateó a cuatro rivales en eslalon y marcó de un chutazo. Era una jugada que, en los pies de Messi, habría suscitado más leyenda.

El sábado, en los 30 minutos que estuvo en el campo, Suárez dejó otra perla para la videoteca. En el segundo balón que tocaba, se inventó un gol a pie parado, que es algo más propio de los partidillos en la playa de Castelldefels. Los goles a pie parado son muy brasileños y por eso enseguida comprendí que era un gol con memoria, que llamaba al recuerdo de Ronaldinho. Esta es una virtud de muy pocos futbolistas: dejar goles que recorren a una tradición, que son a su vez un homenaje y un plagio de algo que ya habíamos visto. Los disfrutamos dos veces: en el presente y en la memoria.

El sábado, Suárez amagó con chutar y luego envió el balón al único rincón posible. En ese momento reviví como un flechazo un gol de Ronaldinho frente al Chelsea, también a pie parado, quizá más plástico porque el Gaúcho también amagaba primero con un movimiento de pelvis, a lo Elvis Presley.

Ansu Fati, un ‘Bildingsroman’

Si Suárez es  nuestro George Harrison, el joven Ansu Fati juega como el protagonista de la película Yesterday, de Danny Boyle, que un día despierta en un mundo en que los Beatles no fueron famosos y nadie recuerda sus canciones. En cada partido en que le dejan participar, Ansu Fati ofrece un repertorio que parece inédito, como si alguien le obligara a inventar de cero todos los goles y jugadas. El privilegio de los aficionados es que podemos asistir en directo a una especie de novela de formación, un Bildungsroman que normalmente tendría lugar en los campos lejanos de los juveniles.

Conviene no olvidar, sin embargo, que si Ansu Fati está jugando, es porque Dembélé, Suárez Messi se lesionaron y a Valverde no le quedaban alternativas. El mérito y el riesgo evidente de dar la voz a un chico de 16 años va acompañado de la necesidad, y no es nada frívolo preguntarse qué habría ocurrido con él en otro escenario, como por ejemplo si hubiera vuelto Neymar.