ANÁLISIS
¿Hay que temer al 'brexit'?
La sacudida sobre los frágiles equilibrios económicos o un debilitamiento de la UE serían algunos efectos indirectos
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
El 'brexit' es una mala noticia. Si, además, se da sin acuerdo, mucho peor. No es de extrañar, pues, la alarma generalizada y el continuo análisis de sus previsibles consecuencias. Estas son de dos tipos, aquellas que inciden de manera directa e inmediata en sectores concretos, y las que, de manera difusa, afectan al conjunto de la economía. Acerca de las primeras, y dadas las futuras limitaciones a la libre circulación de personas y mercancías, y la casi segura devaluación de la libra, los afectados son la exportación, el turismo, el inmobiliario y los profesionales españoles en el Reino Unido.
Nuestras exportaciones se pueden ver perjudicadas por el aumento de precios que conllevan los aranceles y el menor poder adquisitivo de una moneda depreciada. En este sentido, el mercado británico, aun siendo relevante, no lo es en la medida del francés o alemán. A su vez, les vendemos mayoritariamente productos de valor añadido, por lo que puede haber margen para absorber la carga arancelaria. Acerca de la devaluación, la libra ya ha caído un 20% desde el 2016, por lo que no son probables depreciaciones similares.
Sustituir el turismo británico
Por su parte, el turismo o la residencia permanente en el sur de Europa constituye, de hace muchas décadas, un bien de casi primera necesidad para los británicos. Es previsible una disminución del número de visitantes, pero no una caída radical. Además, esta llega en un momento en que, necesariamente, la oferta española debe orientarse hacia un turismo de mayor valor añadido. Si actuamos con acierto, esta caída del turismo británico debe sustituirse por aquel que, con menos visitantes, nos aporta mayores beneficios.
Y acerca de los profesionales en el Reino Unido, muchos de ellos trabajan en ámbitos tan fundamentales como la sanidad. Imposibles de sustituir a corto plazo por la oferta local, la opción española seguirá siendo muy competitiva.
Esta lectura del 'brexit' pierde optimismo cuando empezamos a considerar sus efectos indirectos. Entre otros, la sacudida sobre los frágiles equilibrios económicos globales, tan sensibles a los conflictos políticos; el debilitamiento de una Unión Europea en la que el Reino Unido resulta fundamental en muchos ámbitos, como es el caso de la defensa; y, finalmente, lo que representa este destrozo democrático en el parlamentarismo más antiguo y referencial de nuestro mundo. Observar cómo la, tradicionalmente, abierta y avanzada sociedad británica se encamina conscientemente hacia escenarios dramáticos, y se muestra incapaz de frenar a tiempo, invita a pensar que otras temeridades resultan factibles.
Boris Johnson está haciendo suya la frivolidad y altivez de su antecesor David Cameron, quien convocó un referéndum para una cuestión tan compleja y trascendental en unos momentos de profunda crisis. Curiosamente, ambos se han formado en el tan reconocido y elitista Eton College. En mi católico colegio de barrio nos enseñaban aquella máxima de San Ignacio: “En tiempos de desolación, nunca hacer mudanza”. Tan sencillo como eso.
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