Memoria y cultura

Pequeñas grandes acciones

Poca gente sabe que en Mauthausen hubo, además de los hornos crematorios de la ignominia, una biblioteca que creó el catalán Joan Tarragó

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Jaume Subirana

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Poca gente sabe que en el horror del campo de concentración de Mauthausen hubo, además de los hornos crematorios de la ignominia, una biblioteca. Y menos gente sabe que esta biblioteca la hizo Joan Tarragó, combatiendo en el bando republicano, exiliado, enrolado en el ejército francés, capturado por los alemanes y enviado a Mauthausen en 1941. En el campo, formó parte de la red de resistencia y, a partir de los libros que recuperaban de la ropa y las pertenencias de los nuevos detenidos, organizó una pequeña biblioteca clandestina escondida bajo el suelo de madera de la barraca número 13 del campo. Una biblioteca. En Mauthausen. Émile Zola y Fiodor Dostoievski contra Franz Ziereis y Karl Chmielewski.

Años atrás recuperamos la figura del fotógrafo Francesc Boix, que hizo el viaje del Poble Sec también en Mauthausen, donde trabajó como fotógrafo, y acabó siendo a Nuremberg uno de los testigos clave contra el horror nazi en los campos. Ahora podemos añadir al nombre de Boix el de Joan Tarragó (1914-1979), nacido en El Vilosell, en las Garrigues, un pueblo que no llega a los 200 habitantes pero que desde hace un año tiene una biblioteca como no hay otra en Catalunya: nacida de la idea y la energía de dos vecinas (Cristina Llorens y Marta Guillén), fue inaugurada meses atrás en memoria de Tarragó y, por ello, bautizada como "la Clandestina".

Una iniciativa privada asumida por el ayuntamiento que evoca un hecho menor, un pequeño gesto contra la barbarie, y que lo duplica en el presente trabajando desde la ilusión y el sentido, más allá de dimensiones y propaganda. En el acto de bautizo de la biblioteca uno de los hijos de Joan Tarragó, Llibert Tarragó, librero y activista cultural (autor de uno de los mejores libros sobre Catalunya escrito "desde fuera": 'Le puzzle catalán: La nation fiévreuse') explicó que su padre no se recuperó nunca del paso por Mathausen, y que en el campo y después del campo lo que llenaba la cabeza de los más comprometidos era la lucha, la organización.

Abrir una biblioteca donde nadie espera una. Como un gesto de confianza y de memoria, como una inversión. Pequeñas grandes acciones, atrás y adelante.