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El cantante Luis Pastor, en enero del pasado año.

El cantante Luis Pastor, en enero del pasado año. / periodico

Lucía Lijtmaer

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Lo primero que te viene a la cabeza. Lo primero que te viene a la cabeza cuando alguien, un gobierno, por ejemplo, el del Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, cancela un concierto. El de Luis Pastor, por ejemplo. Lo primero que te viene a la cabeza es cómo puede estar pasando esto.

Tras escuchar las declaraciones de la máxima responsable en cultura del Ayuntamiento - “no son  de mi competencia las fiestas de distrito y, por lo tanto, no puedo tomar decisiones en las fiestas de distrito”- lo más inmediato es preguntarse cómo hemos normalizado que esto pase.

Si acto seguido nos acordamos de los anteriores casos de los últimos años -Cesar Strawberry, Soziedad Alkoholika, Evaristo, Valtonyc- quizás lo que haya que pensar es cómo hemos llegado hasta aquí.

Por supuesto, el análisis al respecto lo hemos leído ya en multitud de espacios. Que si Ley Mordaza, que si ampliación de la Ley Antiterrorista, que si ley de Ofensa a los Sentimientos Religiosos. Ese artículo ya lo hemos leído. Hay quien incluso lo encuentra aburrido. Ley Mordaza, buf, es tan 2013.

Y, 'boutade' más 'boutade' menos, así es. Lo que sucede ya lo conocemos: el escándalo dura poco, la indignación se derrite y funde, y poco a poco, pongamos, en... ¿cinco años?, hemos llegado hasta aquí. Y hasta aquí es lo siguiente: la normalización del fascismo nos hace tolerar lo que antes era intolerable haciendo creer que las cosas han sido siempre así. Y de la misma manera, cuando se acusa de fascismo a lo intolerable, la respuesta es de que estás exagerando, que hablar de fascismo es de extremistas. No lo digo yo, lo explica Jason Stanley en 'Facha'.

Y mientras nos preguntamos como hemos llegado hasta aquí, la cuenta atrás ya empezó hace tiempo. Miremos a nuestro alrededor: el primer paso es poner en cuestión aquellos valores universales que parecían incuestionables -igualdad, libertad sexual-, y situarlos en equidistancia con el ideario fascista y teorías conspirativas adyacentes. Ahí cabe la amenaza al orden por una migración salvaje y fantasmática o una recién bautizada “ideología de género”.

Sigamos observando. Una vez señalados los objetivos, la siguiente fase es la represión. Y ya ha empezado. ¿La prueba? Estamos ante la negación de lo evidente. Mañana lo habremos asumido como normal. Y empezará la siguiente fase.