Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Juan Carlos Ortega

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La ovejita de Schrödinger

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Hay un animal al que no paran de citar en las redes sociales. Es un gato, pero no es real. Nunca lo fue. Se trató de una especulación teórica para desmontar algunas locuras de la nueva física.

Me refiero, obviamente, al gato de Schrödinger.

Siempre que la actualidad nos brinda un suceso que puede ser y al mismo tiempo no ser, aparece un ejército de tuiteros haciendo gala de un aparentemente refinado y culto sentido del humor. Si, por ejemplo, un político quiere pactar pero al mismo tiempo se niega a hacerlo, surgirá sin duda alguien que diga que el político en cuestión está en un estado cuántico indeterminado, como el gato de Schrödinger.

Una vez escrito esto, el internauta se sentirá realizado. Su comentario, pensará él, no es un comentario vulgar. Se dirige a un público cultivado que, como él mismo, está en disposición de captar esa finísima ironía.

Lo que ignora el que citó al gato es que ese animalito ha dejado de ser patrimonio de la aristocracia intelectual y que mencionarlo es ya algo perfectamente vulgar.

Dejen en paz al
gato. Ya ha dado 
de sí todo lo que 
podía dar. Con 
franqueza les 
digo que prefiero 
los corderitos 

Recordarán ustedes, sin duda, las ovejitas de Carmen Sevilla. Hace muchos años, la maravillosa actriz hablaba continuamente en televisión de su granja y sus ovejitas, lo que provocó que muchos humoristas hablaran de esos animales, incluyéndolos en sus monólogos y sus bromas.

Visto sin analizar, podría pensarse que la ovejita de Carmen Sevilla es un animal más prosaico que el gato de Schrödinger, pero en realidad los dos comparten la misma esencia: son animales utilizados por un humor nada elevado. Lo que podría hacer pensar que el gato es superior a la oveja es, simplemente, que Schrödinger fue un físico genial, pero citar al gato no garantiza que la broma sea tan genial como el físico que ideó el experimento mental.

Hay una corriente humorística que cree que soltar de tanto en tanto nombres como Schrödinger, Nietzsche o Shopenhauer (casi siempre son esos, nunca Bertrand Russell) ya es suficiente para que las bromas que generen sean sutiles y elevadas, pero la sutileza de una broma no es nunca proporcional a la sutileza del autor nombrado en ella. Hay chistes sobre Shopenhauer más vulgares que otros sobre Messi o Cristiano Ronaldo. La calidad de un 'skecht' no reside en quién está pintado en él, sino en la maestría de los trazos con los que se dibuja. Y, echando un vistazo a las redes, a Schrödinger lo pintan siempre con trazos muy gruesos.

Dejen en paz al gato, de verdad. Ya ha dado de sí todo lo que podía dar. Con franqueza les digo que prefiero las ovejitas de Carmen Sevilla, porque, aunque las bromas que de ellas salían no fueran nada del otro mundo, al menos no cometían el pecado de creer que eran tremendamente sutiles. Ser superficial es nefasto, claro que sí, pero intentar ser profundo es infinitamente peor. 

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