Al contrataque
La Luna
La Luna es, en estos días, «centro de gravedad permanente». Tiene un porqué y este sábado es el día clave: 50 años exactos de aquella pisada histórica
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
Josep Maria Pou
Estamos todos mirando la Luna, aun sin pretenderlo. No hace falta asomarse, de noche, al balcón, ni llevar la vista a lo alto; basta con no sustraerse a los medios, (prensa, radio, televisión, todo tipo de redes) para advertir que la Luna es, en estos días, «centro de gravedad permanente». Tiene un porqué y este sábado es el día clave: 50 años exactos de aquella pisada histórica. Leemos de cohetes, astronautas, escafandras y punto de ignición. Vemos, una y otra vez, al bueno de Armstrong dejando su huella en la superficie lunar, el aspecto rocoso, la arenilla, la bandera. Pero por encima, muy por encima de tanta imagen, a mi se me impone una sola: la de la Luna del filme de Mèlies la Luna del filme de Mèlies sufriendo el impacto del cohete en su ojo derecho.
No puedo evitarlo. La miro una y otra vez, y el corazón se me encoge. Pienso en el dolor del cuerpo extraño en el ojo. En la paja en el ojo ajeno. Y recuerdo las palabras del poeta ante el 'Piyayo': «A mí me da pena y me causa un respeto imponente». Por buscarle consuelo y compañía, me acuerdo de aquel otro ojo cinematográfico tan bárbara (o artísticamente) sajado, el de 'Un perro andaluz', de Buñuel. No creo que haya, en el cine, dos ojos más maltratados. Me duelen los dos. Pero el de la Luna se me antoja, si cabe, más doloroso. Calculen ustedes la velocidad y el tamaño del cohete, y podrán hacerse una idea del impacto. Terrible.
No me extraña, pues, que, a partir de entonces (el filme de Mélies es de 1902), la humanidad entera se haya dedicado a reparar el desagravio convirtiendo a la Luna en la niña de sus ojos. Lo hicieron, especialmente, poetas y hombres de letras: Poe, Julio Verne, Wells, Bradbury y Asimov. Como antes lo habían hecho, con evidente sentido premonitorio, Ludovico Ariosto y Cyrano de Bergerac. Y como lo hizo García Lorca que, aún lleno de buena voluntad, llegó tarde a prevenirla: «Huye luna, luna, luna/ que ya siento sus caballos». Lo hicieron también –y siguen– músicos y cantores. Permítanme que de entre todas las canciones me quede con estas tres, 'Moon river' (bravo, Audrey Hepburn), 'Fly me to the moon' (bravo, Sinatra) y 'Guarda che luna' (gracias, Marino Marini) con la que me atreví a salir a bailar (bailar pegados) un verano de 1958.
Pero aun así, con toda esa música de fondo, con todos los versos a mi alcance, con la ciencia a mi favor, me pido la luna cada día y cada día la luna se me escapa.
Digo yo que esa es su venganza.
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