LA ENDIABLADA INVESTIDURA

Podemos frente al espejo

A Pablo Iglesias le corresponde hacer sacrificios en el formato del futuro gobierno

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Andreu Claret

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Se ha impuesto la idea de que un acuerdo entre Sánchez e Iglesias tropieza con una cuestión de egos y cargos, y esta idea, por atractiva que resulte, no explica por sí sola por qué la izquierda tiene tantas dificultades en ponerse de acuerdo para una investidura. Egos, haberlos haylos, entre dos figuras de la izquierda que siempre se han mirado de reojo.

El uno viene de un 15-M que fue determinante pero cuyas imágenes se han difuminado a medida que el PSOE se afirmaba como la urna más efectiva para hacer frente a la irrupción de la extrema derecha. El otro ha crecido en el fragor de batallas cainitas que ha ganado con una mezcla de arrojo, baraka y tesón.

Cualidades que han acabado haciendo de Sánchez un oponente de mucho cuidado. Un ‘killer’, tanto para los suyos como para los aliados potenciales. Pese a los tropiezos de los últimos meses, que no son pocos, Iglesias está convencido que, sin su presencia en el consejo de ministros, no habrá gobierno de izquierdas. Desde la lógica de las bases de Unidas Podemos llamadas a votar, se entiende que así sea. Pero con un bloque de derechas que roza la mitad del electorado, las cosas se pueden ver de otra manera. Ya pasamos por esto en los años ochenta, cuando el PCE sostenía que, sin los comunistas, no habría política de izquierdas. No sé si hubo ‘política de izquierdas’, pero sí hubo un cambio. El mayor cambio que experimentó la política española desde el inicio de la transición. Con el PCE viéndolo pasar delante de sus locales.

Nadie piensa ahora, salvo los devotos de Tezanos, que el PSOE puede alcanzar una mayoría absoluta. Entre otras razones porque Sánchez también pagaría el precio de una repetición electoral y las derechas explorarían fórmulas más eficientes. Pero algo recuerda aquellos años ochenta: un PSOE que sube sin parar en los sondeos y un Podemos que no consigue atajar ni la sangría electoral ni las divisiones. Comprendo que Iglesias y Montero pidan un Gobierno de coalición. Los ha habido en otros países europeos (con resultados poco atractivos, por cierto, para la izquierda más resuelta). Pero a tenor de la oposición unánime de la ejecutiva del PSOE no estoy seguro de que rechazar la última oferta de Sánchez y apelar a una consulta de resultados demasiado obvios, sea la posición más perspicaz. Ni, probablemente, la más útil para una recuperación de Podemos.

Mucho se habla de egos y cargos, pero la cuestión de fondo es política.  ¿Qué es más eficaz para hacer frente a la irrupción de VOX y a su capacidad de contaminar la política española? Poner en pie un gobierno de izquierdas, con Iglesias de vicepresidente, o implementar una estrategia moderada, des de la izquierda, liderada por el PSOE y con la colaboración de Unidas Podemos, que fiscalice políticas avanzadas que permitan ocupar la izquierda, pero el centro del tablero político. Aquel que Ciudadanos ha abandonado. Si se piensa que lo segundo es más eficaz, a Podemos le corresponde hacer sacrificios en el formato del gobierno y reflexionar sobre las políticas que toca implementar en una sociedad como la española donde el tripartido de derechas suma casi la mitad del electorado.