La desinformación

Un debate informado e inclusivo

La lucha contra el populismo y la desinformación pasa por un cambio en la agenda política que conecte con los ciudadanos

Pancarta contraria a la apertura del centro para menores migrantes que la DGAIA prevé instalar en Rubí.

Pancarta contraria a la apertura del centro para menores migrantes que la DGAIA prevé instalar en Rubí. / ACN

Berta Barbet

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Aunque son fenómenos fundamentalmente distintos, la crisis política y el auge del populismo observado en los últimos años se ha ligado muchas veces al fenómeno de la desinformación. El auge de proyectos, en muchas ocasiones antiliberales, ha venido acompañados por discursos alejados de la evidencia empírica y de los consensos académicos y políticos.

Para luchar contra este fenómeno han aparecido muchos esfuerzos destinados a mejorar la veracidad del debate político con 'fact-checking'. A pesar de la utilidad de estos proyectos, ningún esfuerzo será capaz de frenar el fenómeno de la desinformación sin entrar en el fondo del problema: la desconexión entre el debate político y la realidad social de la gente. Los estudios demuestran que, en muchas ocasiones, los discursos falsos no se difunden porque los individuos no sepan lo que los expertos dicen, si no porque creen que la evidencia de los expertos no cuadra con su día a día, y optan por no creerla.

Ningún esfuerzo para luchar contra la desinformación tendrá éxito si no hay un ejercicio para acercar el debate informado a la realidad de la gente. Esto no significa entrar en el relativismo empírico ni aceptar como ciertas cosas que no lo son. Pero sí implica entender de dónde salen estas percepciones y generar debates que permitan conectar los problemas de la gente con los debates políticos.

En este sentido, la lucha contra el populismo y la desinformación seguramente pase por un cambio en la agenda política que permita debates que conecten con los ciudadanos y sean comprensibles para aquellos que se sienten muy poco interpelados por las actuales dinámicas y claves. Lo hemos visto con la agenda feminista que ha permitido movilizar a nuevas generaciones a una lucha que sí se sienten propia. Pero no es suficiente, siguen existiendo muchas capas de población cuyas voces no se representan en el debate y que acaban optando por rechazar a la política y lo que la acompaña.