nómadas y viajantes

Un agujero negro de derechos humanos

Estamos ante una crisis política mayúscula en la que Trump parece más a gusto en el papel de pirómano que en el de bombero

la niña valeria y su padre rio bravo

la niña valeria y su padre rio bravo / periodico

Ramón Lobo

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La frontera de EEUU con México es un agujero negro en el que no funcionan los derechos humanos ni el sentido común. Fue el territorio elegido por Donald Trump para dar su gran batalla política con el 'America First' de fondo, el estandarte sobre el que se fraguó su victoria electoral en el 2016. Han pasado dos años y medio y todo sigue igual. El presidente da prioridad a la solución policial porque le garantiza votos. Para él, la ayuda humanitaria a las personas afectadas representa un incentivo para el tráfico de niños y mujeres, y para el narcotráfico.

Estamos ante una crisis política mayúscula en la que Trump parece más a gusto en el papel de pirómano que en el de bombero. Sus fieles más acérrimos siguen con el mantra de que se trata de una emergencia nacional, una idea que repiten porque es la puerta de atrás para lograr financiación para el muro. Trump culpa a los demócratas (ya están todos en campaña para las primarias que arrancan en febrero en Iowa). La Casa Blanca reclama dinero para construir una barrera física a la vez que recorta la ayuda económica a tres de los países exportadores de migrantes: Guatemala, Honduras y El Salvador. Si no quieres que crucen, dales esperanza.

Funcionarios del Departamento de Salud y Servicios Humanitarios estiman que para finales de agosto tendrán 30.000 menores retenidos, el doble de los actuales. Cada día entran en EEUU 250 menores. Estas cifras contrastan con el hecho de que el flujo actual de migración es la mitad que en los años duros de finales del siglo XX, informa el diario británico 'Financial Times'. La migración desde México es la más baja en 40 años. ¿Dónde está la emergencia?

Los 'spin doctors' (vende motos en castellano) de la Casa Blanca dicen que se ha producido un incremento del 300% en el número de familias que tratan de cruzar juntos, pero no hablan del medio millón de migrantes detenidos en el 2018, la cifra más alta en seis años.

Imponer el relato

La emergencia es sobre todo política, electoral. El objetivo de Trump es imponer su relato. En ese campo juega con ventaja porque maneja dos ideas simples –los migrantes nos quitan el trabajo y muchos de ellos son violadores y delincuentes—sin importarle los datos ni la verdad. A sus votantes, tampoco. En la política estadounidense ya ganaron los 'hoolingans'.

La imagen de la niña de dos años Valeria, ahogada junto a su padre, Óscar Alberto Martínez, al intentar llegar a EEUU, ha tenido un efecto similar a la del del niño Aylan Kurdi en el 2015. No se les permitió solicitar el asilo pese a venir de El Salvador, uno de los países más violentos del mundo. La presencia armada de las maras es una realidad en 247 de sus 262 municipios.

Pese al esfuerzo de Trump por reducirlo a un hecho alternativo, el escándalo no ha parado de crecer en los medios de comunicación y empieza a tener consecuencias. El director en funciones de Aduanas y Fronteras ha dimitido sin esperar al nombramiento del definitivo. El Banco de América ha anunciado que dejará de financiar las empresas encargadas de gestionar los centros de detención. No quiere que su imagen quede vinculada a aquellos que ganan dinero a costa de la tragedia ajena.

Tras la conmoción por el destino Valeria y de su padre, que ha movilizado a políticos de ambos partidos, llegará el mismo olvido que afecta a los refugiados sirios y a los que se ahogan en el Mediterráneo sin luz ni taquígrafos.

Campos de concentración

Para la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, el problema de fondo se llama ICE, (Inmigration & Customs Enforcement), organización responsable de los centros de detención. Comparó sus instalaciones con los campos de concentración nazi, algo que aprovecharon los republicanos para atacarla. La voz de Ocasio-Cortez es de las más poderosas en este asunto. También la de Amnistía Internacional, sección EEUU, que acaba de lanzar una campaña para lograr la libertad de los menores y madres que llevan más de 500 días bajo la custodia del ICE. Sin juicio, sin abogados defensores, sin derechos.

Trump no varía su rumbo, disfruta del lenguaje duro, de la descalificación del contrario y del insulto. Carece de empatía y de la complejidad intelectual para darse cuenta de que su fórmula no cortará el flujo migratorio, sea cual sea su ritmo, porque el motor que lo mueve es la pobreza. No son centroamericanos excursionistas, son personas que padecen la violencia en sociedades desestructuradas por dictaduras militares y unas guerras civiles en las que EEUU no es inocente. En este burdo juego político, y de intereses, no existen las personas. Ni siquiera cuando están muertas.