LA INVESTIDURA

El error de jugar al juego de la gallina para solucionar desencuentros

El clima de bloqueo entre PSOE y Podemos parece más debido a un problema de estrategias de negociación que de fondo

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, el pasado 7 de mayo, en la Moncloa.

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, el pasado 7 de mayo, en la Moncloa. / periodico

Berta Barbet

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Pedro Sánchez no quiere que su Gobierno dependa de los votos de ERC. La sombra de la anterior legislatura y la creencia de que al conflicto catalán aún le quedan algunos momentos de dificultad seguramente expliquen la negativa del PSOE a apostar por un Gobierno de coalición. Un Gobierno de coalición que seguramente tendría más problemas para incorporar el voto de otros partidos para pasar sus leyes, propuestas y presupuestos. Pablo Iglesias, por su lado, quiere la visibilidad que les daría estar en el Gobierno, pero también quiere evitar dar su apoyo a un Gobierno que pueda utilizar la geometría variable e ignorar sus votos en el futuro. El desacuerdo es pues inevitable. PSOE y Podemos no comparten visión sobre qué alianzas deberían determinar la legislatura que viene y esto genera una tensión en las negociacions innegable

El problema es que parece difícil creer que este desacuerdo imposibilite la negociación que los dos partidos deberían estar teniendo en la actualidad. Ni PSOE ni Podemos tienen una propuesta de Gobierno alternativa si las conversaciones entre los dos fracasan, ni parece que las diferencias actuales resulten irreconciliables si tenemos en cuenta los posibles gobiernos alternativos que saldrían. El actual clima de bloqueo parece más debido a un problema de estrategias de negociación, que un problema en el fondo.

Nos encontramos más bien ante un arriesgado juego de la gallina al que algunos han preferido jugar para evitarse tener que entablar incómodas negociaciones con otros partidos. Unas negociaciones que implicarían renunciar a cosas para poder así satisfacer las demandas del otro. Algo que seguramente parezca atractivo ahorrarse en el corto plazo. Pero jugar a que el otro renuncie a imponer sus preferencias por miedo no solo es una estrategia arriesgada, además imposibilita generar consensos de Gobierno estables que salgan de la negociación entre la pluralidad de opiniones existente. 

Acuerdo casi inevitable

Los resultados son los que son. El Gobierno necesita salir del pacto entre distintos partidos y la posición de Ciudadanos hace que el acuerdo entre PSOE y Podemos parezca casi inevitable. Es cierto que no es pacto fácil ni libre de problemas, pero estas dificultades no justifican la falta de negociación sincera que parece intuirse de las declaraciones recientes de algunos dirigentes. La política es precisamente el arte de superar desacuerdos, de renunciar a principios para conseguir bienes mayores.

Es el arte de convencer, sí, pero también el arte de incorporar e incluir la diversidad de opiniones en las decisiones políticas para generar coaliciones ganadoras. De pactar y ceder con aquellos a los que no has convencido al 100% pero con quienes compartes suficiente como para intentar formar un Gobierno. Es desde este prisma desde el que los partidos deberían estar dialogando y negociando, no desde el prisma del juego de la gallina. Un juego en el que los dos motoristas pueden acabar cayéndose por el precipicio.