Opinión | Análisis

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

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Sensación de vivir

Los dilemas núbiles de los futbolistas en el mercado de fichajes recuerdan a las series de adolescentes

Neymar, en un entrenamiento de la selección brasileña en Granja Comary.

Neymar, en un entrenamiento de la selección brasileña en Granja Comary. / periodico

Entre junio y julio, cuando el FC Barcelona no juega ninguna competición oficial, me entrego sin reparos al placer culpable del mercado de fichajes. Yo lo veo como el refugio de la ficción, algo así como leer un 'best-seller' por entregas donde las invenciones, los rumores y los deseos inconfesables nos llegan a diario. Antes, cuando el papel mandaba, hojeaba los periódicos deportivos en el bar y a las doce del mediodía mi curiosidad quedaba satisfecha. Ahora necesito refrescar las páginas de esos mismos periódicos en internet, varias veces al día, para ver si hay alguna novedad de última hora (casi nunca la hay, ay).

Como en general se trata de jugadores muy jóvenes que tiene que decidir sobre su futuro lejos de casa, con mucho dinero pero sin saber exactamente lo que esperan de la vida, sus dilemas núbiles me recuerdan a las series de adolescentes, tipo 'Sensación de vivir'. Así sabemos que De Ligt y su novia de 19 años pasan las vacaciones en lugar paradisiaco "que no quieren desvelar" mientras él "deshoja la margarita". O que Nacho del Real Madrid "gusta" a Lopetegui. O que Alves, el eterno joven, "se ofrece" de nuevo al Barça. O que Rabiot "se deja querer" por la Juventus.

Nadie como Neymar representa el fútbol como marca y negocio, desprovisto de dilemas morales, sin historia

Hay que decir que algunos futbolistas (y sus representantes) se prestan con agrado al género del culebrón por entregas. Parece como si les gustara más todo el circo de los fichajes que jugar al futbol, y  este verano la figura central vuelve a ser Neymar. Nadie como el brasileño representa, ahora mismo, el futbol como marca y negocio, desprovisto de dilemas morales, sin historia. Su salida del Barça, hace dos temporadas, catapultó las cifras y creó un efecto dominó que, como ya pronosticó Guardiola en su momento, podía hacerse "insostenible" sin títulos. Gracias a los ingresos astrónomicos, recordemos, el Barça fichó a Dembélé, que sigue siendo una promesa en ciernes, y a Coutinho, que venía para hacer olvidar a Iniesta y solo consiguió que le añorásemos más.

La vuelta de Neymar, pues, puede verse como un intento de parar el mundo y retroceder en el tiempo, pero eso solo sucede en las películas de Superman. Volver a la casilla de salida, pero con dos años y varios tatuajes más, y algunas afrentas por resolver. Neymar se fue a París para llevar el 10 y ganar el Balón de Oro, y ahora cuesta imaginar que renuncie con tanta ligereza a esos privilegios. En el Barça, a su vez, se intenta revivir esa sensación del gran Tridente congelada en el tiempo, y se ve como una oportunidad para arreglar el fiasco de Coutinho, pero se olvidan de los efectos colaterales de esa época: es decir, se añadiría un jugador intocable a un equipo que ya tiene muchos -además, Valverde no es Luis Enrique, y viceversa- y Dembélé haría las maletas en diciembre.

Neymar es objetivamente un gran jugador, y al Barça también le preocupa que pueda fichar por un rival directo. Leyendo entre líneas: que se vaya al Real Madrid. Pero démosle una vuelta al guion, sin miedo: ¿cómo jugarían Neymar y Hazard juntos en el mismo equipo? ¿Con dos balones? ¿Quién llevaría el 10 en la camiseta? Sería un buen argumento para 'Sensación de vivir', versión Bernabeu.