Dos miradas

La pureza

Llegan los ayuntamientos, el rojo de las líneas se difumina. Nadie podrá decir que no ha pactado con el enemigo, poco o mucho

Ada Colau renueva como alcaldesa de Barcelona

Ada Colau renueva como alcaldesa de Barcelona / periodico

Josep Maria Fonalleras

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¿Cómo son las fronteras, en política? ¿Quién delimita las líneas rojas? ¿Quién las dibuja? ¿Quién hace caso de ellas? En este país, ciertamente, la implantación del artículo 155artículo 155 significó un antes y un después. Unos bloques que ya estaban enfrentados levantaron aún más muros, porque la conculcación de la autonomía, la llegada de un poder ajeno, agrietaron las posibilidades de entendimiento. Entre otras cosas, se destruyeron pactos locales: la losa de la intervención y de todo lo que aquello, simbólicamente, suponía era más pesada que cualquier filigrana municipal. Buenos y malos, fronteras estrictas, severas, y ejercicios de funambulismo para todos aquellos que querían atravesar el vacío a través de una maroma que se deshilachaba, oscilando sobre el precipicio.

Llegan los ayuntamientos, se constituyen con miradas sutiles, seductoras o airadas, con antiguas rivalidades, el viejo y conocido olor de la vara de alcalde, y las fronteras se vuelven blandas, translúcidas. El rojo de las líneas se difumina. Nadie podrá decir que no ha pactado con el enemigo, poco o mucho. Y tal es la lección de estos días: la pureza es una virtud ajena a la política. Y quizá es bueno que sea así.