IDEAS

Barcelona, autoestima y orgullo

La Sagrada Família de Barcelona

La Sagrada Família de Barcelona / periodico

Xavier Bru de Sala

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Una de las consecuencias más nefastas de la caída de Barcelona en las garras del partidismo es el incremento del déficit de autoestima ciudadana. Todos los países combinan espacios de división con otros de acuerdo y colaboración. El problema que padecemos es la ruptura general del equilibrio. En vez de preservar Barcelona como espacio de encuentro, acentuamos la confrontación política y la inserimos en el frentismo. De moneda de todos moneda de cambio. El orgullo de pertenencia a una gran y singular ciudad no está aún muy tocado, pero se percibe un cierto desánimo barcelonés, en las antípodas de la adhesión generados en épocas más benévolas o más esperanzadas.

El orgullo de pertenencia a una gran y singular ciudad no está aún muy tocado, pero se percibe un cierto desánimo barcelonés

No sufre sólo la cultura pero sufrirá más la cultura. Y como es desde la cultura que irradian los estados de ánimo colectivos, es previsible que el gran buque insignia de los catalanes, de todos los catalanes y de muchos que ni lo son ni es preciso que lo sean, empiece a hacer aguas por las bodegas más profundas, que son las emocionales. La capacidad de Barcelona para sobreponerse a tantas batacazos como ha sufrido es proverbial. La ciudad no ha sido sede de ningún poder desde hace varios siglos, pero ha tenido fuerza, empuje, un espíritu social entusiasta que no ha flaqueado ni los tiempos dictatoriales más oscuros. Todos hemos hecho Barcelona y todos somos herederos de los que han hecho Barcelona más allá de las diferencias, que a menudo han sido mucho más graves que las actuales.

Como desde la política no surgirán iniciativas reparadoras, balsámicas por acordadas y conjuntas, la única esperanza, si bien remota, es la ciudadana, la asociativa, la privada, que debería ser imaginativa y constructiva desde la pluralidad y la discrepancia, desde el orgullo y la modestia. A partir del referéndum del tranvía, Barcelona, tironeada por ambos bandos y por ambos despreciada, ha sufrido un agudo proceso de despersonalización. O la cultura y la ciudadanía lo remedian o no tendrá remedio.