El cambio organizativo de Podemos

Tareas pendientes

Solo espacios políticos autónomos con representación propia afrontarán eficazmente en nuestras comunidades el imprescindible ensanchamiento de nuestra heterogénea base social y el debate sobre las reformas del modelo territorial español

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Sergio Pascual

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La primera vez que tuve ocasión de conversar con Alberto Rodríguez fue allá por octubre del 2016 cuando Eduardo Inda nos anotó en una 'Sexta Noche' a los dos como parte de su particular lista de eje del mal podemita junto a Pedro Arrojo y Antón Gómez Reino. 

Hoy su nombramiento como secretario de Organización de Podemos está siendo saludado por propios y extraños. ¿Saludado porque responde a una autocrítica demandada por tierra, mar y aire?, ¿porque ayuda a recordar las tareas pendientes? Quizá la unanimidad que concita su designación se debe a que de algún modo simboliza bien la línea clara entre las dos únicas 'familias' realmente existentes en Podemos.

Las dos 'familias' de Podemos

La experiencia me convenció de que, más allá de oficialistas, transversales o 'anticapis', la diferencia estuvo siempre en Podemos entre la gente constructiva, a la que solo encontramos en la labor callada para mejorar la eficacia de las herramientas políticas del cambio y la gente capaz de cualquier cosa por un minuto de tele; la gente volcada en el diálogo y el respeto a las reglas y la democracia interna y quienes medran generando ambientes tóxicos donde prima la anomia y la arbitrariedad; entre en fin aquellos que apuestan a la apertura y quienes cierran filas y sobre todo ideas. Y ejemplos de los primeros, los constructivos, los encontramos en todas las familias del espacio del cambio: Yolanda Díaz, Rafa Mayoral, Clara Serra, J. M. González, 'Kichi',…. Y, por supuesto, haberlos haylos de lo contrario. 

Tras aquel episodio coincidí varias veces con Alberto Rodríguez en el Congreso, él desde la óptica de la Comisión de Empleo y yo desde la de Fomento. Compartimos batalla contra el documento de regulación aeroportuaria –que da la puntilla al servicio público en nuestro sistema aeroportuario– y en favor de la dignificación de las condiciones laborales en Ferrovial, una de las más lucrativas externalizaciones de Renfe. Esa experiencia en el Congreso me hace pensar que  se volcará con sus nuevas responsabilidades. Tarea no le va a faltar. 

Recuerdo que solo dos días después del 20-D del 2015 –cuando aún era secretario de Organización de un partido que merced al concierto de los esfuerzos colectivos de muchos contaba con 5 millones de votos, 69 diputados, 152 parlamentarios y parlamentarias y estructuras en 770 municipios–  enumeraba en un artículo algunas de esas tareas, lamentablemente aún vigentes. Arrancaba haciendo ver la necesidad de poner fin a la maquinaria de guerra electoral –que tuvo su función, pero que era y siguió siendo una suerte de suspensión de derechos de la militancia, un 'estado de excepción' interno– y apuntaba que «los consejos ciudadanos municipales están llamados a ser los protagonistas de este ciclo para nuestra organización (…) ahí es donde se han construido las más de 4.000 asambleas de debate programático y se ha levantado la fortaleza de los más de 20.000 apoderados», añadiendo poco después que «nuestra organización será federal o tendrá serias dificultades para seguir asentándose y consolidándose». 

Voz propia en el Congreso

Hoy algunas comunidades como Catalunya o Galicia ya buscaron por sí mismas esas fórmulas federalizantes y tienen voz propia en el Congreso. Podemos Andalucía, por su parte, decidió en su segunda asamblea en noviembre del 2016 que seguiría sus pasos y consolidaría una realidad jurídica plena con los mismos niveles de autonomía que tienen estructuras territoriales federales o confederales como la de su socio de coalición IU-CA-LV o Catalunya en Comú.

El 31 de mayo, en el consejo ciudadano andaluz nos emplazamos a un debate colectivo sobre los medios para culminar la tarea, sabedores de que solo así, como un actor autónomo, el espacio de quienes conformamos Podemos en Andalucía podrá seguir consolidándose al tiempo que lo hace con una herramienta exitosa –Adelante Andalucía– que en las elecciones andaluzas superó en dos puntos el resultado de la coalición el 28-A. 

Solo espacios políticos autónomos con representación propia afrontarán eficazmente en nuestras comunidades el imprescindible ensanchamiento de nuestra heterogénea base social y sobre todo el debate sobre las reformas del modelo territorial por llegar en España. Lo estamos viendo con la geometría de los pactos, ¿cómo sino asumir con plena responsabilidad y sin cambalaches las contradicciones de nuestra realidad federal sin hacerlo en los instrumentos que articulan nuestras políticas?

Los retos, en fin, siguen ahí. Le deseo suerte a Alberto Rodríguez, faena no le va a faltar.