Memoria histórica

Via Laietana: el terror de la represión

La protección del atril contra la represión franquista debería también ser de interés para la policía democrática que ocupa hoy la jefatura

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Marc Carrillo

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1 de abril de 1939. Se han cumplido 80 años del final de la guerra civil proclamado por aquella cuartelera voz dirigida a una población exhausta. Un final que fue ficticio porque sin solución de continuidad el régimen totalitario de Franco iniciaba una guerra contra el opositor político, que fue tan siniestra y cruel como la que militarmente había finalizado. La dictadura ya se había dotado de todo un arsenal jurídico que sería desarrollando en los años de la dura posguerra, para la represión implacable de todo intento de resistencia a un régimen ominoso.

En Barcelona, en la Via Laietana, la siniestra Jefatura de Policía fue un símbolo de aquella represión fundada desde el primer momento en la necesidad de infundir el terror en la ciudadanía. El sano terror a que se refería el criminal del general Mola, el llamado 'El director' del Alzamiento. Un terror entendido como estrategia política para desmovilizar a los vencidos y disuadirlos de cualquier actitud de oposición o de resistencia a la que el régimen siempre respondió con ensañamiento.

El inicio de la negra noche

Ser conducido a la Via Laietana, o a la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol de Madrid, o tantos y tantos otros siniestros edificios y cuarteles de la Guardia Civil repartidos por toda la geografía española, era entrar en el inicio de la negra noche que esperaba a quien había tenido el coraje de decir 'no' a la dictadura. Y que continuaba ante los consejos de guerra y otras jurisdicciones especiales que la dictadura creó a lo largo de 40 años, y que proseguía en las cárceles.

La detención policial estaba sometida a pocas reglas y estas las marcaba la policía. Su duración antes de ser puesto a disposición del juez de guardia podía superar con creces los tres días. Si era necesario, los plazos que formalmente fijaba la ley de enjuiciamiento criminal eran ignorados. La asistencia jurídica al detenido devenía inexistente. La práctica habitual de la policía era la tortura, un hábito para obtener declaraciones del detenido que formaba parte de las señas de identidad de los 'hábiles interrogatorios' llevados a cabo por aquel grupo de excrecencias humanas (los Polo, Conesa, Creix, Quintela, Melitón Manzanas, Martínez Torres, 'Billy El Niño' y tantos otros...) que hacían el trabajo sucio a los sátrapas que los mandaban: ministros, gobernadores civiles y militares, alcaldes...

El control judicial desaparecía y el atestado policial constituía una prueba de cargo. La eventual alegación de malos tratos por el detenido era contestada por el juez con lo que era su palabra ante la palabra de la policía y ahí terminaba la función presuntamente de "tutela" del juez. O, incluso, en el peor de los casos, con la acusación de desacato a la autoridad instada por el togado. En esta situación de desamparo en el que se encontraba el detenido, nada se podía esperar de los fiscales situados entonces en las antípodas de la función tuitiva de los derechos de los ciudadanos que el régimen no hacía otra cosa que reprimir. La excepción en Catalunya la ofrecieron de forma heroica y arriesgada fiscales como Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena que no miraron para otro lado ante los abusos policiales.

Por la Via Laietana pasaron muchas personas que dieron lo mejor de sí mismas en la lucha por la restauración de la democracia. Muchas anónimas y algunas conocidas del espectro político democrático. Recordar y reparar a las víctimas y sus familias, difundir su lucha y hacer pedagogía de la memoria colectiva es un derecho de los ciudadanos y un deber institucional de los poderes públicos.

La destrucción en varias ocasiones el atril instalado ante la prefectura es una muestra más que la memoria del terror molesta a los que sostuvieron la dictadura ya los que convivieron con ella sin especiales escrúpulos. Este atril, que después de ser objeto varios atentados, sin que los miembros la Policía Nacional situada a pocos metros aparentemente se dieran cuenta, ha sido reparado y vuelto a colocar ante Jefatura, muestra también la muy apreciable labor realizada por el comisionado de Programes de Memòria, el profesor Ricard Vinyes, que desde el Ayuntamiento ha continuado el trabajo iniciado en los tiempos del Govern tripartito en la Generalitat por el 'conseller' Joan Saura.

Recordar y hacer pedagogía del terror del pasado en el espacio es también un factor de calidad democrática. La ciudadanía no puede vivir a extramuros de su historia. Y la protección del atril debería también ser de interés para la policía democrática que ocupa la jefatura.