CON INTERÉS

Glovo, Deliveroo, JustEat... Todo tiene un precio

Queremos envíos rápidos y buenos salarios, ¿pero cuánto estamos dispuestos a pagar por un envío?

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Josep M. Berengueras

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La muerte de Pujan, el rider que falleció el pasado sábado mientras repartía para Glovo en Barcelona, por desgracia, ha servido para abrir un debate que hace ya tiempo que se debería haber abordado: qué son los riders, para quién trabajan, cuánto cobran, cómo... Aún falta para que la justicia dictamine sobre muchas de estas cuestiones, pero por lo menos la sociedad y, esperemos, los políticos, tienen sobre la mesa la responsabilidad de reflexionar a fondo sobre los nuevos modelos de negocio disruptivos que, como ha pasado hasta ahora, aparecen, crecen y evolucionan sin que las leyes se hayan adaptado a los mismos. Solo hay que ver qué ha pasado en el caso de las VTC y los taxis: conflicto, parches reacciones, amenazas, leyes contradictorias... Y el conflicto sigue ahí.

En el caso de las nuevas plataformas de reparto, el debate sobre si los riders son o no trabajadores de empresas como Glovo y Deliveroo hace tiempo que se trata de resolver, pero no ayudan las sentencias contradictorias y que los gobiernos responsables no hayan definido, todavía, ya no qué son esos repartidores, sino ni siquiera qué es una start-up. Como siempre, vamos tarde, y lo peor de todo es que en este caso ha habido un fallecido.

Mientras los jueces y los políticos (esperemos) reflexionan, también deberíamos poner el foco en la sociedad del consumo. Si hay Glovo, Deliveroo, JustEat o empresas de paquetería es porque los consumidores lo necesitamos: queremos que nos traigan la comida a casa, que nos entreguen un artículo de Amazon al día siguiente o que nos acerquen unas llaves a la oficina. Lo queremos rápido, bien y con buenos salarios... Pero, ¿cuánto estamos dispuestos a pagar?

En las redes sociales había estos días quien decía que se había borrado la app de Glovo en solidaridad los riders. Sin duda, la opinión de que estas personas deberían ser plantilla de esas empresas es mayoritaria. Pero, ¿qué responderían la mayoría de los consumidores al mensaje de que en vez de pagar dos euros por la entrega tuviesen que pagar ocho euros? ¿Y si tienen que pagar una cuota fija al mes para que les traigan la comida? Son fórmulas que empresas digitales de otros países han adoptado para pagar salarios dignos a riders.

Mientras los políticos y los jueces actúan, como consumidores tenemos el deber de reflexionar. Por ejemplo: ¿Cuántos consumidores damos una simple propina a esos riders que les traen una hamburguesa en una lluviosa noche de invierno?