Al contrataque

Lo tuyo es puro teatro

Ya nos ha quedado claro que Rivera va a dedicar toda la legislatura a hacer aspavientos que le sitúen en el imaginario colectivo como líder de la oposición frente al PP

Albert Rivera pasa junto a Jordi Sànchez (sentado) y Jordi Turull, durante la sesión constitutiva de las Cortes

Albert Rivera pasa junto a Jordi Sànchez (sentado) y Jordi Turull, durante la sesión constitutiva de las Cortes / periodico

Cristina Pardo

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El día de la constitución de las Cortes ha venido sin duda marcado por la presencia de los presos independentistas. Ha sido una anomalía, en tanto en cuanto están inmersos en un proceso judicial, acusados de delitos graves y en prisión preventiva. Cuatro diputados en el Congreso, permanentemente custodiados por la Policía y con restricción en sus movimientos era algo impensable hasta hace poco tiempo. Bien es cierto que la política española ha degenerado de unos años a esta parte en una especie de batiburrillo de folclore, esperpento, sorpresa y escándalo, que en un santiamén convierte en posible lo imposible. Así, el momento del juramento o la promesa del cargo ha convertido al Congreso este martes en una especie de parque temático (Por España, por Galicia, por la República, por todo el planeta...) con pataleos y gritos como banda sonora. Por lo demás, como la presencia de Junqueras, Turull, Rull y Jordi Sánchez era tan llamativa, todo lo que hicieran era observado al milímetro. Por todos, menos por las cámaras del Congreso, que casualmente no han enfocado el escaño del presidente del Gobierno cuando era saludado por los susodichos con toda la intención. Pero Junqueras ha sido tenaz y, al final, ha conseguido unos segundos para la posteridad. “Tenemos que hablar”, le decía a Sánchez. Después, solo se ha percibido al presidente diciéndole “no te preocupes”. Para qué queremos más. No sabemos a qué se refería, pero sí intuimos de qué irá la campaña de la oposición de aquí al viernes.

Al margen de estos encuentros fugaces, ha habido otro momento que me ha llamado particularmente la atención. Cuando los presos independentistas entraban al hemiciclo, de camino a los escaños, han besado a Inés Arrimadas, el azote de su causa en el Parlament. Para llegar a ella, han tenido que pasar junto a Albert Rivera. Con el líder de Ciudadanos ha habido miradas pero, desde luego, ni saludo, ni acercamiento, ni cordialidad. Mientras los medios subrayaban lo curiosa que era la imagen de su número dos, Rivera utilizaba sus redes sociales para presumir con énfasis de su actuación, de cómo había ignorado a los diputados presos. Una de dos: o le ha parecido mal lo de Arrimadas o lo ha considerado un torpedo a su estrategia de marcar distancias con los reclusos y quería que quedara clara cuál era la postura oficial de Ciudadanos. No les perdamos de vista, porque es probable que su relación no sea lo que parece y más pronto que tarde ya no consigan disimular. Por último, ya nos ha quedado claro que Rivera va a dedicar toda la legislatura a hacer aspavientos que le sitúen en el imaginario colectivo como líder de la oposición frente al PP. Todo es puro teatro.