análisis

La final de la Champions, punto de partida

La derrota con el Lyon debe ser un incentivo para que las jugadoras quieran volver y que la apuesta del club sea más decidida si cabe

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Sònia Gelmà

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Las diferencias siguen siendo inmensas. Económicas, todo el presupuesto del Barça femenino no cubre la ficha de un suplente del primer equipo masculino. Y sociales, no hubo una multitudinaria caravana de aficionados desplazada a Budapest. Pero los que fueron, lo vivieron con una fe, una ilusión y una comprensión poco habitual en el barcelonismo. El Barça se había colado en una fiesta hasta ahora reservada básicamente para equipos alemanes y franceses. Una final histórica, la primera. El interés mediático que ha despertado lo disfrutamos ahora, pero sobre todo sirve de punto de partida para el futuro.

La contundente derrota del sábado tiene que ser un incentivo más para que las jugadoras del Barça quieran volver y para que la apuesta del club sea más decidida si cabe. Hasta el momento, la convicción de la directiva ha permitido la profesionalización de la sección. El presupuesto ronda los tres millones que, por cierto, sufraga el patrocinador convirtiéndolas en autosuficientes. Aunque los resultados en la Liga se le resisten, ningún otro club español le supera en inversión. Otra cosa es la comparación con el Olympique de Lyon, que casi triplica la cantidad azulgrana.

Aprovechar la oportunidad

No se trata ahora de sacar el talonario y desnaturalizar el equipo a base de fichajes. Pero no se puede dejar pasar la oportunidad de acortar esos años de ventaja que les llevan las francesas. Es el momento de creer aún con más fe. Y con más proyecto. De invertir en la formación de jugadoras. De conseguir que la cantera sea tan referencia como lo es la masculina. Y sí, de acertar con las incorporaciones para que la diferencia de potencial se reduzca cuanto antes mejor.

Los gestores piden paciencia, pero cuando vas 50 años tarde, a veces te entra la prisa. Un club que ambiciona ser el primero en cada una de sus secciones, también debe tener el mismo reto para el femenino, donde el margen para crecer es tan amplio que resultaría una negligencia no aprovecharlo. La temporada ha dado suficientes señales para saber que estamos en un punto de inflexión.

Porque en este caso no se trata solo de ganar, se trata que de que el sueño frustrado en la final del sábado hizo posible los sueños futuros de esas niñas que van todo el día con el balón a cuestas, que juegan en el patio del colegio con otros niños y que a diferencia de tiempos pasados ya no se sienten bichos raros. Ellas tienen ya una referencia a la que acogerse. Porque si lo han visto por televisión, si lo han oído por la radio, si han oído hablar de esa final femenina de Budapest, quiere decir que es real. Ya no hace falta que sueñen con imposibles. Pueden llenar algún día el Camp Nou, e incluso ganar una Champions. ¿Por qué no? Háganlo posible.