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Los crímenes del museo de Cera

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Jordi Puntí

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Leo en la web de eldiario.es que el museo de Cera de Barcelona, al final de la Rambla, está en crisis, y sus propietarios buscan un comprador o un inversor que lo quiera reformar. Hace 13 años que no añaden nuevas figuras, dicen, y cada año que pasa los beneficios son más escasos. La noticia no nos debe sorprender: como muchos espacios de la Rambla -el Centre d’Art Santa Mònica, por ejemplo-, el museo de Cera casi ha desaparecido del imaginario de los barceloneses. Por otra parte no creo que la situación sea mucho mejor en la mayoría de museos de este tipo, exceptuando instituciones millonarias como el Madame Tussauds de Londres. La paradoja es que vivimos en la época de las 'celebrities', pero la fama es tan superficial y huidiza, tan virtual, que muchos personajes actuales no aguantarían la presión de estar hechos de cera.

La última vez que estuve en el museo de Barcelona, hace un par de años, esta decadencia ya era bastante evidente. Ante la galería de políticos y dictadores, recordé que había estado allí de pequeño, con el colegio, y me di cuenta de que hoy en día, en la era de internet, es absurdo confiarle un tono didáctico. Las fisonomías de muchos de los homenajeados son aproximadas: sabes que una figura es Yoko Ono de joven, y no Marie Kondo, porque está junto a una especie de John Lennon. Y Picasso y Jordi Pujol, puestos de lado, pasarían por primos hermanos.

En realidad, tal como está ahora, el museo ya solo admite una visita de carácter folclórico, nostálgico (como ocurre, por ejemplo, con los dioramas del Museo de Historia Natural de Nueva York) o, sobre todo, irónico. Por doloroso que parezca, este enfoque es ahora mismo el más entretenido: es un viaje al paraíso del 'kitsch', del cartón piedra, y algunas escenas -como la de la película 'La guerra de las galaxias'- se ven tan deslustradas que ya vuelven a estar de moda. Intenten entrar en el pasaje del terror, o en la caja fuerte del banco donde viven Al Capone y Humphrey Bogart: la gracia es que, mientras hagan el comentario burlón, tal vez les vendrá un escalofrío. Es el misterio macabro de las estatuas de cera, la muerte viva de aquellas viejas películas de terror.

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