Élites
Lo que ha pasado en la 'Cambra' evidencia que está cambiando el mecanismo de selección de la "minoría rectora"
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Manuel Valls se ha reivindicado como el candidato de las élites, justo lo que sus opositores consideran su principal defecto. Las élites viven un mal momento. El empoderamiento digital de los ciudadanos les ha puesto en un brete. Els mismísimo Emmanuel Macron ha abierto la caja de los truenos en Francia. Se propone cerrar la principal fábrica de élites francesas: la Escuela Nacional de la Administración (ENA). Y lo dice para reconciliarse con los chalecos amarillos. Algunos sueñan un mundo sin élites. Es un propósito difícil. Siempre habrá una "minoría rectora". Lo que puede cambiar, lo que está cambiando, es la manera de seleccionar las élites. La Modernidad significó que las élites dejaran de ser por razón de sangre, de herencia, de tradición y, en última instancia, por una supuesta voluntad divina. La riqueza acabó sustituyendo al abolengo. Las élites pasaron a ser principalmente económicas, también las élites políticas. Esta es la realidad que la revolución digital acaba por poner al desnudo. La crisis financiera del 2008 ha sido el detonante definitivo de un camino sin retorno. La autoridad es hoy horizontal, al poder se le exige que sea transparente y los individuos se han emancipado de su familia, su cultura y su clase social. De manera que la génesis de las élites es más el conocimiento que la riqueza. Hay quienes lo han entendido, y quienes se resisten a aceptar las nuevas reglas del juego.
Una de los últimos episodios de esta batalla se ha librado en la Cámara de Comercio de Barcelona. La victoria contra pronóstico de las candidaturas impulsadas por la ANC no es, principalmente, un cambio de hegemonía ideológica entre los empresarios sino el triunfo de una nueva manera de seleccionar a las élites. Algunos no se han enterado de los que les venía encima simplemente porque viven en un mundo que ya no existe y que no es hegemónico. La vida en los despachos, los restaurantes de la Diagonal y los diarios de papel ya no es el "mainstream". Los movimientos se producen por debajo del espectro de algunos radares que han quedado obsoletos. Les pasa como a aquellas damas victorianas que no se enteraron de la caída del Iimperio Británico hasta que tuvieron restricciones con el té.
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