debacle en anfield

Todos contra las cuerdas

A Valverde ya solo se le recordará en el Barça por las hecatombes de Roma y Liverpool, pese a sus ligas y copas

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Iosu de la Torre

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Se acabó la autocomplacencia. La debacle de Anfield pone a todos contra las cuerdas. Arde Barcelona cuando se creía que la hoguera estaba en Madrid. La catástrofe propiciada por Ernesto Valverde obliga a revisarlo todo. El barcelonista inquieto se pone al volante como aquel taxista que asegura al cliente enmudecido que él resolvería los males del planeta en tan solo 24 horas.

Josep Maria Bartomeu no pidió perdón en Liverpool. No se puso de rodillas, pero sí se lamentó por los aficionados. Jan Laporta, el 'ex', no se mordió la lengua y en un tuit directo a la mandíbula recordó que se han abandonado las esencias filosóficas que hicieron al Barça universal.

Messi no abrió la boca. El gesto noqueado y las lágrimas que quedaron en el vestuario resumen la inmensa frustración de la meta inalcanzada. Fue el mejor ante los rojos de Klopp y quedó sin recompensa. Muy castigado en el trance de la reflexión.

Valverde sí mostró la desolación y ofreció disculpas asumiendo que le aguarda una penitencia horrible. Le vendrá bien la frase de su segundo, Jon Aspiazu, antes de despedirse de la final del Wanda Metropolitano: "¿Definitivo? Definitivo no hay nada, solo la muerte". Un aforismo más propio de una anciana eterna que de un entrenador de fútbol. Valverde tendrá que tirar mucho de manual de autoayuda, de supervivencia, que ya no sirve aquello de que "mañana volverá a salir el sol" con el que tan bien se ha defendido cuando intuía que podían lloverle ofensas. Primero son los amaneceres, luego llega, cada día, el ocaso. A 'Txingurri' ya solo se le recordará en el Barça por las hecatombes de Roma y Liverpool, pese a sus ligas y copas, sin que se lo merezca totalmente. Así de duro, de injusto. De poco sirve ahora recordar que Zidane defiende que la Liga tiene más valor que la Champions.

Soportes y opositores

Los soportes mediáticos de la directiva recomiendan silencio, mucha sangre fría, antes de tomar cualquier decisión. Recuerdan que este Barça es campeón de Liga con 17 puntos por encima del Madrid, aunque se muerden la lengua de qué hacer con Valverde, Coutinho o Dembélé. Y que el doblete llegará con la Copa ante el Valencia. Doblete sin triplete. La Copa del reír.

Los opositores echan en cara que el modelo con el que parecían estar triunfando no es tal. Rescatan de la estadística los marcadores de las goleadas sufridas, en los últimos años, ante enemigos parecidos (2013, 4-0 del Bayern, 2016, 2-0 del Madrid, 2017, 4-0 del PSG, 2017, 3-0 de la Juve, 2018, 3-0 de la Roma, y 2018, 4-0 del Liverpool). Y denuncian que así no se ayuda a Messi, el mejor futbolista de la historia. Vuelven a hablar del mal negocio de vender a Neymar por 240 millones para comprar a 'Cutrinho' y 'Dem-blessé' (herido, en francés), que es como llaman en algunos sitios a los dos delanteros.

El fantasma de Sevilla 1986

La noche del martes resucitó el fantasma del Steaua en Sevilla, como si en estos 33 años nada hubiera cambiado. Siete de mayo, otra vez. Nuñez & Gaspart, 'walking dead'. No es eso. Alejen a las momias, que nuestros hijos, sobrinos y nietos han disfrutado, y nosotros con ellos, de inmensas jornadas de gloria.  Y busquen soluciones. Con serenidad y paciencia.

En esto del fútbol casi nada es efímero, hay traumas históricos y rencores eternos. 

A la gente que no le atrae el fútbol se le escucha extrañada por el volumen adquirido en una crisis que, tomándosela en serio, parece el umbral de la tercera guerra mundial. Y no es para tanto. Solo es fútbol. Ya volverán a intentar reconquistar la Champions la temporada que viene. Fútbol es fútbol, decía Boskov. Y un huevo, es mucho más. Lo dijo Shankly, el gran pope de Anfield.

Posdata: el martes, Klopp hizo de Guardiola y Cruyff. Les dijo a sus jugadores algo parecido al "salid y disfrutad", "quizás algún día podrán contárselo a sus nietos".