Dos miradas

Desobediencia civil

Los ciudadanos participaron en una actividad prohibida por el Gobierno de Rajoy, pero convocada por el de Puigdemont

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Emma Riverola

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Lo afirmó David Fernández en su comparecencia en el juicio del 'procés’. El 1-O como “el mayor acto de desobediencia civil que se ha producido en Europa”. La expresión se repite entre los independentistas. Sin duda, alienta el ánimo e insufla orgullo colectivo. Pero, ¿es así cómo lo entendieron todas las personas que participaron en el referéndum? En realidad, ¿puede calificarse de desobediencia civil?

Es evidente que sí, ya que se realizó una actividad prohibida de forma expresa por el gobierno de Rajoy. Pero también es obvio que el Govern de Puigdemont llamó a las urnas. Para el recuerdo, aquella rueda de prensa de Junqueras, Romeva y Turull en la que se explicó el proceso de votación con la urna en primer plano. Celebrar un referéndum "no es ilegal ni es un crimen", dijo el entonces 'conseller' de Afers Exteriores. Por tanto, es evidente que buena parte de los ciudadanos catalanes actuaron siguiendo las directrices de su Gobierno. El terrible 'shock' que supusieron las cargas policiales (absolutamente desproporcionadas) también fue fruto de la sensación de normalidad que había transmitido la Generalitat. Los indignados del 15-M lo tenían más claro cuando fueron golpeados con idéntica saña durante el desalojo de la plaza de Catalunya. Ellos eran plenamente conscientes de su acto de desobediencia civil. Esa confusión entre poder y ciudadanía es permanente e intrínseca del ‘procés’, también es su principal perversión.