La clave

Juicios de intenciones

Las redes, como antes los medios, sacan los hechos de contexto y los alejan de las intenciones de sus protagonistas

Quema de Judas Puigdemont en Coripe (Sevilla)

Quema de Judas Puigdemont en Coripe (Sevilla) / TWITTER

Albert Sáez

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Un lector cualificado, @jmguardia, me reprendió con toda la razón una imprecisión en el artículo del viernes. Dije que el PP nunca había condenado el régimen franquista. Y lo hizo el 20 de noviembre del año 2002 en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados. Como dice el señor Guardia, una imprecisión de este tipo descalifica a quien pretende argumentar. La gracia del periodismo después de Twitter es que refuerza la conversación con los lectores aunque a algunos colegas les duela perder el poder que creían que tenían. Con todo, estaremos de acuerdo en que el PP ha dejado de condenar el franquismo en muchas más votaciones de las que ha aprovechado para hacerlo. Eso es lo que se podía argumentar y evitar ese "nunca" que era efectivamente impreciso. Mi torpeza impidió proseguir el diálogo con Guardia, que acabó sentenciando que en mi error me guiaba "la mala fe".

Es relativamente fácil debatir sobre hechos pero es muy complejo hacerlo sobre intenciones. El lector identificó mala fe donde solo había ignorancia. Algo similar les ha ocurrido a los palmeros de Carles Puigdemont al sacar de contexto la quema del Judas en Coripe, donde desde hace décadas tienen el mal gusto de escoger al traidor del año y quemar su muñeco durante la Semana Santa. Se puede criticar la astracanada o defender la libertad de expresión, pero atribuir un delito de odio es claramente juzgar unas intenciones que parecen estar claramente alejadas de las expresadas por los organizadores. La redes sociales, como antes hacían los medios, sacan los hechos de contexto y les otorgan intenciones que no siempre se corresponden con las de los protagonistas. Y esa misma práctica induce también a algunos actores políticos a crear contextos pensados expresamente para evidenciar determinadas intenciones amparados en un derecho de expresión que nadie debería cuestionarles.

La era 'postfactual' nos sumerge en permanentes juicios de intenciones porque menospreciamos los hechos. Efectivamente, como decía Guardia, mejor concentrarnos en ellos pero sin sacarlos de contexto ni fabricarlos artificialmente.