Experimentos con gaseosa en Huesca

Valverde tenía todo el derecho a formar un equipo un poco Frankenstein en El Alcoraz

El experimental once que presentó Valverde en Huesca.

El experimental once que presentó Valverde en Huesca. / periodico

Jordi Puntí

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A primera vista, la alineación que Valverde sacó el sábado ante el Huesca nos hizo soñar a todos. Bueno, soñar quizá sea excesivo, pero por una vez el entrenador correspondía a la lógica de las rotaciones con un equipo distinto, atrevido e incluso arriesgado.

Además de reservar a los nombres importantes para la eliminatoria contra el Manchester United, nos premiaba con la ilusión de ver a una serie de jugadores que hasta ahora conocíamos sobre todo por sus selfis de vestuario, que son como los cromos de hoy en día. Era como ver una de películas en las que un actor secundario se revela de pronto como un gran carácter, y por fin algunos jugadores tenían 90 minutos para mostrarnos su repertorio.

El encuentro empezó en horario de siesta y tuvo un aire de partidillo de pretemporada en Holanda

El encuentro empezó en horario de siesta y, como el Huesca llevaba un mes sin regar el césped, los primeros compases tuvieron un aire de partidillo de pretemporada en Holanda. Con ese entusiasmo virgen reaccionamos también a los primeros detalles de clase de Riqui Puig, a la seguridad contundente de Todibo y a las carreras por la banda de Wagué. Sin embargo, cuando el juego estaba trabado y enmarañado en el centro del campo, sin ocasiones concretas de los delanteros, comprendimos que esa tarde el mejor no sería otro que Arturo Vidal.

El GPS de Arturo Vidal

A veces me detengo a pensar en el fenomenal despliegue físico que el chileno realiza en cada partido. Si pudiéramos comprobar los datos de su GPS interno, probablemente veríamos que al final no le queda por pisar ningún centímetro del terreno. En Huesca su situación como pivote fue apabullante, carbónica, gaseosa, aunque esta omnipresencia no consiguió tapar los problemas del juego. Al contrario, puede que incluso los agudizara.

Las decisiones de Valverde dan pistas sobre su versatilidad en su forma de ver el fútbol y una renuncia puntual a una tradición que es emblemática

Porque la realidad es que, con todos esos cambios, Valverde acabó haciendo un equipo un poco Frankenstein. Los tres centrales recordaban algunos ensayos pasados, pero la idea de jugar sin un medio centro --la tradición de toque corto que tan bien conocemos-- y confiar el papel organizador a Vidal acabó resultando un apaño poco útil. 

Así, la falta de referencia en el centro descolocó a Aleñá o Malcom, y luego también a Coutinho, que seguían fiándose de unos automatismos que Vidal no podía coordinar.

En el caso de Dembélé, ocurría casi todo lo contrario: sin Messi ni Suárez al lado, gozaba de repente de una libertad que parecía abrumarle. Alguna acción individual le salió bien y creó un peligro vistoso, pero en la mayoría de jugadas recordó a ese potro desbocado, a rienda suelta, que era cuando llegó al Barça. 

Sin reproches

Si había un partido en el que Valverde podía permitirse experimentos rebuscados, ese era el del Huesca. Nada que reprocharle. Pero es inevitable que sus decisiones nos den pistas. ¿Pistas sobre qué? Sobre la confianza en sus ideas del juego de posición, que tan bien ha asentado en esta temporada. Sobre la versatilidad en su forma de ver el futbol. Pero también sobre la renuncia puntual a una tradición que es emblemática y se ensaya desde las categorías inferiores. También un día Fausto vendió su alma al diablo, y nadie lo esperaba.