Análisis

Un poco de sensatez económica

El FMI ya ha avisado de que la economía está empeorando para que no pille a nadie por sorpresa

La directora del FMI, Christine Lagarde, en la conferencia anual del Foro de Boao para Asia, ayer.

La directora del FMI, Christine Lagarde, en la conferencia anual del Foro de Boao para Asia, ayer.

Joan Miquel Piqué

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dicho que la economía crecerá menos de lo previsto. Hace dos años, el 75% de la economía mundial estaba creciendo. Hoy, el 70% se está desacelerando. Y su directora gerente lo ha dicho en una conferencia para preparar y suavizar la publicación de los datos definitivos dentro de pocos días. Para que no pille a nadie por sorpresa. Ergo, vamos mal.

Dicen que es por culpa de las guerras comerciales y el endurecimiento de las condiciones financieras. Si lo dejamos aquí, el mensaje no es nada positivo, y nos sitúa en un escenario de creciente incertidumbre y volatilidad que se añade a la larga lista de problemas que acosan al contexto económico mundial: del 'Brexit' a Donald Trump, de las dudas sobre China a los primeros pasos de Bolsonaro en Brasil, de la crisis de Venezuela a la inestabilidad en Argelia, de las guerras olvidadas al peligro del cíbercrimen.

¿Seguimos? Sí, por favor, que quizá tengan alguna sorpresa. A pesar de que la mayoría de medios de comunicación reflejan, curiosamente, todos los impactos negativos que esta evolución va a tener en distintos ámbitos y países, existe una parte de la exposición de Lagarde en la que hace honor, de manera concreta, clara, y notablemente sensata, al mandato que la comunidad internacional le hizo en su fundación durante la conferencia de Bretton Woods en 1944. Es decir, asegurar la estabilidad del sistema financiero internacional mediante el análisis de la economía mundial, mediante el préstamo a países con dificultades en su balanza de pagos, y dando apoyo a sus 189  países miembros.

Lagarde propone acciones tan “revolucionarias” como la armonización internacional de los impuestos a las empresas para evitar la competencia entre países (modernizando un sistema que reconoce abiertamente caducado), implantar de manera generalizada medidas sociales que corrijan la impresión de que la globalización solo beneficia a unos pocos, tener cuidado y actuar en relación a la aparición de monopolios surgidos de la revolución tecnológica, recordar y actuar para que el aumento de aranceles entre China y EEUU no reduzca el PIB en ambos lados, reconocer que hay cuestiones en las que los países tienen que ceder (generosamente, inteligentemente) la responsabilidad a instituciones globales (en las migraciones, en los ciberriesgos, o naturalmente en el cambio climático), o crear acuerdos e instrumentos globales para combatir la corrupción, que nos cuesta 1,5 billones en sobornos cada año y envenena innumerables relaciones generando desconfianza…

Para ser unos burócratas completamente alejados de la realidad, parece que hablan bastante claro, y concretan unas cuantas ideas (estas y bastantes más que no hemos mencionado por falta de espacio) que pueden desarmar por su mezcla de candidez, obviedad, y aplastante necesidad.

Esperemos que estén dispuestos al 'walk the talk', a predicar con el ejemplo, y también estén ahí, dispuestos a liderar y llevar a cabo todas estas propuestas, cuando sus 189 países miembros decidan, ni que sea por pura desesperación, darle una oportunidad a estas “locuras” tan difíciles de encontrar en el ensordecedor ruido que soportamos. Vaya. A ver si va a ser que no nos atrevemos a mirar a los problemas a la cara.