El sistema de salud

Descentralizar la sanidad pública

Hay evidencias de mejoras al trasladar la gestión a niveles de administración más cercanos al ciudadano

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Judit Vall Castelló

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A pocos días de empezar una nueva campaña electoral, los partidos ya se han puesto manos a la obra para explicar qué modelo de Estado quieren y cuáles van a ser sus principales apuestas políticas para los próximos años. Uno de los temas que seguramente tendrá una atención especial es el de la descentralización (o no) de los servicios públicos. Al margen de las ideas que todos los ciudadanos podamos tener sobre las ventajas o inconvenientes de descentralizar una parte de los servicios públicos, en realidad existe evidencia científica sobre el impacto de trasladar la gestión de algunos servicios a niveles de administración más cercanos al ciudadano al que van a dar el servicio. Un informe que publicará el Instituto de Economía de Barcelona (IEB) recoge tres contribuciones de economistas de la salud de reconocido prestigio que evalúan los efectos de la descentralización de la sanidad pública sobre diversas variables.

En una primera contribución, Joan Costa-Font, de la London School of Economics, aporta evidencia de que el proceso de descentralización de los servicios sanitarios en España no ha aumentado las desigualdades regionales en el funcionamiento del sistema y, bien al contrario, en el caso español se observa una reducción de las mismas gracias a la capacidad del nuevo sistema descentralizado de adaptarse a las preferencias regionales de los ciudadanos (en temas de prestación de servicios sanitarios) sin que esto haga aumentar las desigualdades entre regiones en el funcionamiento del sistema. Costa-Font también muestra evidencia de que la descentralización promueve la innovación sanitaria en algunas regiones que son seguidas por el resto de regiones del país, resultando en efectos positivos sobre la innovación a nivel estatal. Finalmente, pero de igual importancia que los aspectos anteriores, el autor también explica que la descentralización tiene un impacto positivo sobre las medidas de satisfacción con el sistema sanitario y, como resultado, disminuye la doble cobertura con seguros privados utilizados como complemento a la prestación sanitaria pública.

Las instituciones autonómicas

En una segunda contribución, Gilberto Turati, de la Università Cattolica del Sacro Cuore, en Italia, compara los resultados de la descentralización de la sanidad pública en Italia y en España. El autor observa que la descentralización tuvo efectos muy diferentes en estos dos países que se deben, principalmente, a la calidad de las instituciones locales (aquí caben tanto la calidad de los políticos a nivel local como la calidad de los administradores de las instituciones sanitarias como hospitales, personal médico, etcétera). Por lo tanto, su principal conclusión aplicada al caso español sería que los efectos de la descentralización sanitaria dependen de manera crucial de la calidad del sistema a nivel autonómico, ya que esas instituciones autonómicas serán las encargadas de transformar el presupuesto sanitario en servicios adecuados a los ciudadanos de cada región.

La última contribución de este informe, presentada por Dolores Jiménez Rubio (Universidad de Granada) y Pilar García Gomez (Erasmus University Rotterdam), analiza el impacto de la descentralización del sistema de salud público español en la mortalidad infantil y neonatal registrada en los hospitales de titularidad pública. Las autoras muestran de manera muy clara que la descentralización sanitaria comportó importantes reducciones tanto en la mortalidad infantil como la neonatal aunque estos efectos solo son presentes en las regiones que pudieron implementar una descentralización total.

Desde los años 1990 varios países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han implantado procesos de descentralización en algunos servicios públicos y las tres contribuciones revisadas en el informe presentan los principales resultados que existen en la literatura sobre los efectos de la descentralización del servicio de salud público tanto para el caso español como para algunos de los países europeos que también han implementado este proceso. Como se puede ver, los resultados no parecen ser negativos y sí que hay evidencia de mejoras en (como mínimo) algunas áreas de la salud. Aunque está claro que es necesaria más evidencia para poder derivar conclusiones globales sobre este proceso, estaría bien que los políticos consulten la evidencia científica disponible a la hora de diseñar sus programas políticos.