ANÁLISIS

El grupo de la ambición insaciable

Luis Suárez recibe la felicitación de todos sus compañeros después del golazo con el que salvó el empate

Luis Suárez recibe la felicitación de todos sus compañeros después del golazo con el que salvó el empate / ALBERTO SAIZ

Albert Guasch

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Ernesto Valverde nos hizo un presupuesto bajo. Reformas menores, había anticipado antes de viajar a Villarreal. En realidad, tumbó paredes maestras. Ni Messi, ni Piqué, ni Rakitic en el equipo titular. Nada que reprocharle. Si no fuera porque el sábado aguarda el Atlético de Simeone, todo lo que no se hiciera pensando en la Champions de la semana próxima nos parecía una suerte de temeridad. El racionamiento del esfuerzo, el control del desgaste, se observaba estos días con similar atención al juego. Hasta que amenaza el despropósito, como ayer. Entonces las prioridades se reordenan. Y Valverde se refuerza como emisor del mensaje de prudencia. 

La factura al final resultó menos cara de lo temido con el 4-2. Este equipo tiene la punta competitiva afilada como una estaca. Es de admirar esta fuerza para levantarse, barrer los escombros y encontrar una salida en medio de cualquier desastre. En una Liga que el entorno intuye como propia desde hace unas semanas, parece como si el equipo propiciara colocarse en situaciones de emoción y riesgo para realzar el valor de lo logrado. Como si se impusiera pequeños desafíos para alegrar el avance hacia el título.

Desplome atrás

El Barça se desplomó sedado tras el 0-2. Todo apuntaba a un abuso jerárquico en toda regla. Y sin comerlo ni beberlo, la reforma propuesta por el entrenador derivó en un estropicio. Ter Stegen estuvo aguantando las vigas con intervenciones felices, pero el peso de la presión amarilla sepultó a todos, en particular a la estructura defensiva y quizá a nadie más que a Umtiti, claramente fuera de forma y fluidez competitiva. Un día que falta Piqué y cae por completo la tensión eléctrica. Cortocircuito atrás. Cuatro goles solo los había encajado este año ante el Betis.

Pero conviene no perder de vista la reacción furibunda, con otro gol de escándalo de Messi de falta, que denota la musculada ambición de un vestuario insaciable. De un grupo así te fías.